El poder bajo la modernidad informática
En la Biblioteca Nacional, el filósofo planteó que “en América latina el verdadero partido político de la derecha es el poder mediático”, que trabaja para “erosionar a los gobiernos populistas”.
Por Facundo Gari
“El culo se mira en la modalidad de lo imposible, lo castrante.”
José Pablo Feinmann estaba solo en el escenario del Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. Martín Sa-bbatella, anunciado como coequiper para la presentación del libro Filosofía política del poder mediático, ya se había excusado por su ausencia debida a un “problema personal”, según contó Paula Pérez Alonso, editora de Planeta. El sello “esperaba que la gente se amontonara y que hubiera algún herido”, bromeó el filósofo ante un centenar de personas. “Iba a venir Zaffaroni –continuó–, pero tenía que ir a un congreso en Brasil. Le mandé cartas insultantes, porque hay que pensar mucho cuando se elige Brasil y se desdeña la Biblioteca Nacional: es elegir a los enemigos de Artigas, a los masacradores de la Triple Alianza y a las tropas que entraron con Urquiza después de la Batalla de Caseros para derrotar a Rosas.” No fueron sus únicos chistes ni los más festejados: el necesario ejercicio de reflexión sobre la “colonización de las subjetividades” del “poder mediático” estuvo signado por la seductora combinación de humor y pasión.
Se destaca que Feinmann estaba solo porque pronto dejó de estarlo. “Apelaré a un recurso estilístico: presentar la novela en tercera persona. Si no, voy a tener que decir ‘yo’ todo el tiempo, y uno de los señalamientos que me persiguen es el de mi vanidad.” Entonces se desdobló en “presentador” y “autor”, tipos que a su vez dialogaron con los fantasmas de otros intelectuales. “El autor intentó un abordaje del poder hegemónico de esta etapa de la modernidad, que es la informática: es decir, el poder mediático”, sintetizó.Contó que Filosofía política... abre con una cita “excepcional” de Mariano Moreno: “Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice”. La introducción también menciona el Facundo, “texto que este autor no se cansa de mencionar porque desea fervientemente escribir así”. Feinmann subrayó que esa obra de Sarmiento mezcla ficción y no ficción, “una separación positivista y burda que condena a los libros a uno de esos géneros”.
La del escritor demediado fue una de sus aplicaciones radioteatrales: aparecería la impostación de la voz al hablar en nombre del poder mediático, en clave orwelliana. “¡Tenemos los medios más potentes para llegar a ustedes! ¡Tenemos que lograr que piensen lo que queremos, porque la verdad no existe, es una conquista del poder!”, proclamó.
Después, al sumergirse en una antropología de la verdad, recreó un confesionario y un consultorio, provocando la risa. “En la Edad Media, la verdad era la que Dios revelaba al Papa, que se la revelaba a los obispos, que se la revelaban a los sacerdotes, que confesaban a los pecadores. Luego el sacerdote enviaba la información al Vaticano, con lo cual era un sistema perfecto de control, al que Foucault llamó ‘poder pastoral’. Más adelante –prosiguió–, reemplazó la relación del ciervo y el pastor por la del médico y el paciente. Eso lo llevó a dos análisis formidables: Historia de la locura en la época clásica y Vigilar y castigar.” A partir de El panóptico, “librito” de Jeremy Bentham, Foucault llega a la sociedad panóptica. Y de ahí la idea de Feinmann de un Big Brother panóptico. “Desde éste nos espían, tema que ha entrado en estado público con Manning, con Assange, con la rebeldía de Dilma contra Estados Unidos y con la revelación de que Internet no es un juego inocente.”
“En América latina, el verdadero partido político de la derecha es el poder mediático –sostuvo Feinmann–. Los medios han tomado la acción política que erosiona a los gobiernos llamados populistas. Para el neoliberalismo, un gobierno populista es como la peste, porque el neoliberalismo se caracteriza por la búsqueda de un Estado mínimo y un mercado desregulado. ¿Por qué quiere desregular el mercado? –se preguntó–. Porque si el mercado es regulado, ese accionar estará orientado en favor de los pequeños y medianos competidores. El mercado libre concentra el poder en los poderosos, por eso es antidemocrático.”
Admirador de Sartre, concedió que “se le da también por largar frases sartreanas, como ‘quien vive toda la vida bajo el señorío de los otros vive muerto’”. “El autor cree que el poder mediático es tan poderoso que penetra hasta en el goce”, indicó. Lo graficó así: “Un tipo va a trabajar a la mañana, lo aguanta al patrón; almuerza, trabaja más, vuelve a casa escuchando esos programas de radio horribles que se llaman Usted vuelve a su hogar; llega, saluda a su mujer, come algo y enciende la televisión. ¿Qué ve? Una mujer poderosa que logra ponerse el caño entre las nalgas. El tipo se queda atónito. ‘¿Cómo puede existir algo así?’ Gira la cabeza, mira a su patrona y se lamenta. Se van a dormir y al día siguiente empieza de nuevo”. La conclusión fue dolorosamente inclusiva: “Ese tipo vivió muerto”.
Al respecto, Feinmann tiró un concepto medular de Filosofía política...: el culo idiotizante. “El autor considera al trasero como la imagen hegemónica de la modernidad informática, esencial al espíritu de dominación del capitalismo del siglo XXI”, postuló. “El culo se mira en la modalidad de lo imposible, de lo castrante.”
El risómetro alcanzó su ápice cuando el filósofo leyó el “Poema al pedo”, de Francisco de Quevedo: “Si un día algún pedo toca tu puerta / no se la cierres, déjala abierta / Deja que sople, deja que gire / a ver si hay alguien que lo respire”. Pero de vuelta sobre el punto de partida, cerró: “La verdad monopolizada es una sola verdad. Cuantos más medios posea el monopolio, más impondrá su verdad como de todos. El autor intenta demostrar que cuantas más voces alternativas existan, tendremos más oportunidades de escuchar verdades diferentes”.
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