jueves, 31 de octubre de 2013

LA DICTADURA DE CLARÍN NO SE ACABÓ, OJO CON LOS TRIUNFALISMOS

LA DICTADURA DE CLARÍN NO SE ACABÓ, OJO CON LOS TRIUNFALISMOS

UN ESTUDIO MUESTRA COMO PIENSAN, SIENTEN Y VIVEN LOS ADOLESCENTES EN ASENTAMIENTOS DEL AREA METROPOLITANA

Comparto con ustedes esta interesante nota sobre una encuesta realizada por UNICEF donde se observan los importantes avances en la escolarización y acceso a las tecnologías de adolescentes que viven en villas y asentamientos de Buenos Aires. También podemos ver los grandes pendientes que aún tenemos para lograr que todos/as nuestros/as jóvenes tengan la vida que merecen.


El informe que derriba mitos y estigmas de los chicos de las villas

Seis de cada diez cuentan con una computadora en su casa. El 80 por ciento de los de 15 y 16 años tiene celular. La mayoría valora mucho la escuela como institución. Y quieren ser maestros, médicos o policías. Un relevamiento de Unicef muestra la forma de vida de los chicos de entre 12 a 16 años de esos barrios.

Por Mariana Carbajal
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El 63 por ciento de los adolescentes que viven en asentamientos y villas del área metropolitana tiene una computadora en su casa y, si bien sólo el 39 por ciento tiene acceso a Internet en su domicilio, el 74 por ciento se conecta a la web; casi cuatro de cada diez lo hace desde un cíber o locutorio. Facebook es el sitio que más visitan. Los datos surgen de una encuesta coordinada por Unicef, la organización Techo y la consultora Analogías entre 1.100 chicos y chicas de 12 a 16 años que habitan en 128 de esos barrios. El relevamiento encontró que el impacto del Programa Conectar Igualdad es muy significativo: el 32 por ciento de los encuestados accedió a una notebook a través de ese plan en el conurbano, mientras que en la ciudad de Buenos Aires ese porcentaje llega a 54,4 por ciento.
El 6,4 por ciento no estudia ni trabaja. Ese porcentaje llega al diez por ciento de los varones y al 14 por ciento de las mujeres, en la franja de 15 y 16 años. Por otra parte, casi el 40 por ciento de los adolescentes mayores manifestó estar trabajando o buscando trabajo (ver aparte). La encuesta encontró por otra parte que el 66 por ciento tiene teléfono celular, la mayoría con acceso a Internet, aunque no suelen navegar –seguramente por una cuestión de costos– y lo usan fundamentalmente para mandar mensajes de texto.
El estudio apuntó a conocer cómo piensan, sienten y viven los adolescentes en villas y asentamientos del área metropolitana. Los chicos y chicas encuestados valoran mucho la escuela como institución –incluso el diez por ciento que no asiste a clases–, con la persona que más conversan es su mamá, y lo que menos les gusta de su barrio es el problema de la inseguridad, en primer lugar, y en segundo, las drogas y el alcohol, y especialmente el paco. Tienen una mirada optimista en relación con su situación personal y frente al contexto que los rodea. ¿Qué es lo que más les gusta del barrio y de la escuela? Los amigos. “Los resultados de la encuesta nos alejan de la estigmatización y el lugar común que se cae cuando tendemos a ver a los adolescentes de villas y asentamientos como casos especiales. La cotidianidad de la vida que tienen es muy similar a la de otros adolescentes. Antes que otra cosa son chicos y su comportamiento antes que cualquier otra caracterización es la de chicos”, destacó Andrés Franco, representante de Unicef Argentina, durante la presentación de la encuesta.
Franco estuvo acompañado por María José Ravalli, especialista en Comunicación de Unicef, e Ignacio Gregorini, director del Centro de Investigación Social de Techo (antes Un Techo para Mi País), entre otros referentes de las entidades.
El 60 por ciento de los encuestados vive con ambos padres, el 32 por ciento con su mamá y el 4 por ciento con su papá. El promedio de familiares por hogar es de 6,4 personas, y si bien las familias son numerosas, más del 60 por ciento de las viviendas tiene menos de tres habitaciones sin contar el baño y la cocina.
El nivel educativo del jefe/a del hogar es bajo: el 20 por ciento no completó la escuela primaria; el 34 por ciento tiene primaria completa; el 22 por ciento, secundaria incompleta; y sólo el 18,8 por ciento terminó la educación secundaria o más. Entre los que respondieron la encuesta, nueve de cada diez adolescentes está escolarizado.
En cuanto al trabajo, el estudio confirma una fuerte asociación entre el empleo de los chicos y la no concurrencia a la escuela. El 40 por ciento de quienes no van al colegio, trabaja, y si bien tres de cada diez lo hace en el rubro construcción, los chicos sueñan con otras profesiones. Cuando se les preguntó en qué se imaginaban trabajando “cuando fueran grandes”, mencionaron que les gustaría ser maestros, médicos y policías, en los primeros lugares.
De acuerdo con la encuesta, la distancia que recorren los y las adolescentes entre su casa y el colegio podría asociarse a la exposición a la inseguridad. De los chicos escolarizados, casi el diez por ciento fue insultado y el ocho por ciento sufrió un robo en los últimos seis meses en el camino a la escuela. Más de la mitad de estos adolescentes que afirmó haber sido víctima de un robo o hurto se traslada más de 16 cuadras. En el tres por ciento de los casos mencionaron haber recibido disparos o quedar atrapados en un tiroteo. “El de la violencia es otro tema importante para ellos. Pero cuando se refieren a ese problema no hablan del bullying en las escuelas, que es más alto en colegios de sectores medios y altos, sino de la violencia en la calle. Pero tampoco podemos caer en estigmatizar como si todo el barrio fuera violento, lo que muestra la encuesta es que tienen identificados los lugares o sectores de su barrio que son inseguros”, señaló Franco. Calles oscuras, ciertos callejones, algunas áreas son los que señalan los chicos y chicas como más problemáticos.
El otro aspecto que subrayó el representante de Unicef de los datos que surgen del estudio es “el alto acceso a la tecnología” observado entre los adolescentes relevados.
El uso del celular se eleva entre los 15 y los 16 años a ocho de cada diez. Si bien el 61 por ciento del total de celulares tiene acceso a Internet, sólo el 34 por ciento de los chicos utiliza las funciones de navegación para consultar sitios web, usar redes sociales, chatear o escuchar música online y ver videos. Las actividades en Internet más mencionadas fueron la participación en redes sociales y chats. La encuesta ratifica otras mediciones que ubican a Facebook como el sitio más utilizado por los chicos.
El trabajo lleva como título “Las voces de los adolescentes en villas y asentamientos de Buenos Aires”. Las encuestas fueron realizadas entre noviembre de 2012 y febrero de 2013 por más de 300 voluntarios, en 128 barrios precarios, de la Ciudad, y 29 municipios del primer, segundo y tercer cordón del conurbano. Esteban Fernández, coordinador del trabajo de campo, destacó la buena disposición que encontraron entre los chicos y chicas para responder. “Cuando les explicábamos que la encuesta era para conocer su voces se emocionaban, llamaban a algún amigo, se re entusiasmaban”, apuntó.
Unicef informó que los resultados del estudio fueron compartidos ya con referentes de la Secretaría de Niñez de la provincia de Buenos Aires, del Ministerio de Desarrollo Social del gobierno porteño y de varias intendencias.
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viernes, 25 de octubre de 2013

LA DEFENSORIA DE LA CIUDAD PIDIO AL GOBIERNO PORTEÑO QUE REVEA LA INSCRIPCION ON LINE


Un intento antes de llegar a la Justicia

La Defensoría General porteña, encabezada por Mario Kestelboim, sostiene que la inscripción on line discrimina y empuja la matrícula hacia la escuela privada. Si el ministro de Educación Bullrich no atiende el pedido, pedirán un amparo judicial.


Mario Kestelboim, secundado por Cecilia González y Eduardo López.
Imagen: Rafael Yohai.

La Defensoría General de la Ciudad de Buenos Aires presentó ayer un pedido al ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, para que suspenda el nuevo sistema de inscripción on line a las escuelas públicas porteñas. El mecanismo de inscripción informatizado “es un nuevo avance en contra de la escuela pública”, subrayó el titular del organismo, Mario Kestelboim. En caso de no recibir respuesta por parte del ministerio, la Defensoría anunció que planea interponer ante la Justicia una acción de amparo. Desde otro organismo, la Defensoría del Pueblo porteña, también requirieron la revisión del sistema para poder consensuar “una modalidad de inscripción transparente y que garantice la igualdad de oportunidades”.
En la nota enviada ayer a la cartera educativa porteña, la Defensoría General solicitó la suspensión de la nueva modalidad de inscripción propuesta para el período lectivo 2014, ya que representa una medida “restrictiva del derecho de acceso de la educación”. Se trata de un sistema que “ha sido puesto en funcionamiento de manera intempestiva, aun cuando en diversos establecimientos ya se encontraba en marcha el sistema tradicional”, agrega el documento. “Probablemente la voluntad administrativa de implementar el sistema no sea conmovida por esta petición –reconoce la nota que lleva la firma del defensor general y la defensora oficial en el fuero Contencioso Administrativo, Cecilia González–, pero apostamos de todas formas a intentarlo.” Desde el organismo adelantaron que en caso de no recibir respuesta presentarán el lunes de la semana que viene un recurso de amparo.
El nuevo mecanismo de inscripción para los niveles iniciales, primario y secundario se implementará, según anunció el Gobierno de la Ciudad, a partir del 4 de noviembre. Tanto docentes como padres expresaron sus reparos porque muchos no tienen acceso a Internet y porque no están claros los criterios con los que el sistema asignará las vacantes.
El pedido de suspensión fue anunciado ayer en una conferencia de prensa de la que participaron Kestelboim, la titular de la Defensoría en lo Contencioso Administrativo Nº 4, Cecilia González, y el titular de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), Eduardo López.
“Queremos que se preserve lo que ha sido una tradición en cuanto al derecho de la familia a elegir la escuela pública y a no ser discriminada, ya que los padres que deseen enviar a sus hijos a la escuela privada siguen teniendo el derecho de elección”, explicó el defensor general. Kestelboim explicó que “encomendamos a la defensora Cecilia González para que adopte las medidas necesarias a fin de evitar que este atropello a los derechos de las familias y de los docentes sea efectivamente cumplido”. El defensor consideró además que “el objetivo de esta medida es, sin dudas, desalentar la escuela pública y llevar la matrícula a la escuela privada que, en definitiva, es un negocio”.
A su turno, González manifestó que espera “que el ministro revierta de inmediato esta medida que pone en riesgo el ingreso a la escuela pública de toda la población”. La letrada precisó que este nuevo sistema de inscripción informatizado “genera una afectación al ejercicio del derecho de acceso integral a la educación, tutelado por la Constitución de la Ciudad y los tratados internacionales, y contradice la Ley Nacional de Educación y también se contradice con el propio reglamento educativo de la ciudad de Buenos Aires”.
González remarcó que para la elaboración del nuevo sistema “no hubo participación de los directores ni de los supervisores. Desconocemos los parámetros técnicos aplicados”. La titular de la Defensoría en lo Contencioso Administrativo Nº 4 indicó que “las máquinas no pueden distinguir ni discriminar positivamente para equilibrar determinadas situaciones de desigualdad que requieren un tratamiento especial”. Y agregó: “Sin lugar a dudas son necesarias las mejoras tecnológicas. Ese no es el problema. Se pretende una modernización, pero que garantice el debido acceso a la educación”.
El titular de la UTE, en tanto, recomendó a los padres “acercarse a la escuela, conocer las instalaciones, los directivos, los docentes y decidir libremente a qué escuela mandar a sus hijos”.
El jefe del área de derechos a la educación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, Gustavo Lesbegueris, consideró que “atento a las inquietudes recibidas” y “las falencias detectadas” solicitaron que el sistema se “suspenda, hasta tanto se consensúe con los actores del sistema educativo una modalidad de inscripción transparente y que garantice la igualdad de oportunidades”.
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Por Mara Brawer *

Para el PRO, son pobres porque quieren


¿Sabías que si completaste el nivel superior podés comprarte un departamento de 60 metros cuadrados en 11 años, mientras que si sólo completaste el nivel secundario serían 26 y si sólo completaste la escuela primaria serían 88?”
Preguntas como éstas pueden leerse en el sitio del gobierno porteño (http://www.buenosaires.gob.ar/areas/educacion/calidadeducativa/sabiasque.php), donde se muestra sin filtro la concepción liberal acerca de la distribución de la riqueza, que responsabiliza de las injusticias a los individuos sin considerar al sistema. Es el regreso a la vieja teoría del “hombre que se hace a sí mismo”, que tiene como reverso el que “los pobres lo son porque quieren”.
Ni qué hablar de la visión mercantilista que sostienen los funcionarios del PRO, para quienes el valor de la educación se mide en los bie-nes a los cuales permite acceder en el mercado; incluso calculan el valor de las personas y de sus proyectos de vida con esta misma vara. Al valor del conocimiento, a la escuela como espacio colectivo de construcción de saber, ni una sola referencia.
Y por si esto fuera poco, el sitio dedica algunas preguntas a los alumnos repitentes, dejando entrever que representan una malversación de los fondos públicos. ¿Sabías que la inversión en los chicos repitentes en secundaria de gestión estatal 2012 equivale a vacunar a más de dos millones de chicos contra la gripe? La frase nuevamente indigna.
Queda claro que para el PRO la educación no es un derecho porque estigmatiza a los alumnos que deben recursar un año –que son justamente quienes en mayor situación de vulnerabilidad se encuentran–, y responsabiliza de las trayectorias escolares exclusivamente a los alumnos desconociendo las condiciones estructurales en que se encuentran. Una versión para el ámbito pedagógico del “son pobres porque quieren”. En eso sí hay que reconocerles coherencia.

* Diputada nacional (FpV).
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martes, 22 de octubre de 2013

EVALUACIÓN EDUCATIVA


El gobierno porteño alienta a terminan el secundario con compras de departamentos, viajes y autos

La Dirección General de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación incentiva a los jóvenes a terminar la escuela a través de una comparación con metros cuadrados de departamentos que se podrían adquirir y automóviles y viajes a Mar del Plata que se realizarían en caso de terminar el nivel medio.
Incentiva a los jóvenes a terminar la escuela secundaria a través de una comparación con metros cuadrados de departamentos que se podrían adquirir y automóviles y viajes a Mar del Plata que se realizarían en caso de terminar el nivel medio.

Las comparaciones figuran en el sitio oficial de esa Dirección que se encarga de las evaluaciones de los alumnos en los tres niveles de enseñanza.

"Pensar en la secundaria es importante para tu futuro porque si completaste el nivel superior podés comprarte un departamento de 60 metros cuadrados en 11 años, mientras que si sólo completaste el nivel secundario serían 26 años y si sólo completaste la escuela primaria serían 88 años", alienta el texto.

El texto continúa con comparaciones como: "Si te graduaste del nivel superior en un año podés comprarte un auto, si solo completaste el nivel secundario esto te llevaría tres años y si solo completaste el nivel primario te llevaría diez años".

Como otra forma de incentivo a los jóvenes que ingresan en este caso a la educación superior, el gobierno porteño destaca que aquellos que lo hacen se pueden ir "57 veces por año a Mar del Plata por cuatro días con hotel, pasajes y desayuno incluido", mientras que si solo completaron el nivel secundario "serían 17 veces" y la escuela primaria "serían 5 veces".

"Comparar inversión por alumnos repitentes y cantidad de niños vacunados contra la gripe revela que para el macrismo la educación y la salud constituyen un gasto antes que un derecho"
Además establece una rara comparación: "La inversión en los chicos repitentes en el nivel primario de gestión estatal en 2012 equivale a vacunar a 600.000 chicos contra la gripe".

Además, sigue el parangón, "la inversión en los chicos repitentes en el nivel secundario del 2012 equivale a vacunar a más de dos millones de chicos contra la gripe".

También asegura que terminar la escuela es importante porque "la tasa de empleo para los que terminaron la primaria es del 74%, para los que completaron la secundaria es del 78% y para los graduados de un nivel superior asciende hasta el 88%", aunque en ningún caso se explica cuál es la fuente de esta información.

"Plantear que la escuela secundaria es importante porque se puede acceder más rápido al mercado laboral y adquirir en menos tiempo departamentos, autos o viajes con pasajes y desayuno incluidos, no hace más que evidenciar la concepción individualista, mercantilista y consumista que alienta las políticas educativas del macrismo", denunció el titular del área educativa de la Defensoría del Pueblo del gobierno porteño, Gustavo Lesbegueris.

Esta concepción "pretende soslayar que la educación es un bien social y un derecho humano, y que la secundaria tiene la finalidad de habilitar a los adolescentes y jóvenes para el ejercicio pleno de la ciudadanía, para el trabajo y para la continuación de sus estudios", dijo.

"Comparar inversión por alumnos repitentes y cantidad de niños vacunados contra la gripe revela que para el macrismo la educación y la salud constituyen un gasto antes que un derecho que el Estado debe garantizar", destacó y reflexionó que "expone públicamente e introduce subrepticiamente una representación social negativa de aquellos niños, niñas y adolescentes que no han promovido de grado o de año".

TELAM

domingo, 13 de octubre de 2013

TEXTO COMPLETO DE LA CARTA ABIERTA 14

Vivimos tiempos de urgencia y de esperanza

Una asamblea que desbordó la sala de conferencias de la Biblioteca Nacional aprobó ayer la Carta Abierta 14 de las agrupaciones de intelectuales y artistas, donde analizan la disyuntiva planteada ante las próximas elecciones, lo que se juega en ella y el camino que se abre para el Gobierno, los que lo apoyan y los que mantienen críticas a pesar de compartir sus objetivos.

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1 Vivimos tiempos de desafío y de riesgo. Tiempos de urgencia y de esperanza. A pocos días de las elecciones, demasiadas cosas están en juego como para no señalar el dramatismo de la hora. Sabemos, siempre lo supimos, que los proyectos transformadores de matriz popular y democrática se enfrentan, tarde o temprano, con aquellas fuerzas poderosas que desde el fondo de nuestra historia, una y otra vez, han buscado sostener su dominio porque creen, con su visión patrimonialista, que el país les pertenece, que siempre les ha pertenecido. Pero también se enfrentan, esos proyectos que suelen ir contracorriente, a las nuevas demandas, que no nacen ni viven del recuerdo de la tragedia previa, sino de las vicisitudes y las emergencias del presente, incluso cuando van en contra de sus propios intereses. Y también se enfrentan, los proyectos como el iniciado en mayo de 2003, a sus propias dificultades y tensiones, esas que nacen de una realidad siempre en estado de extrema fragilidad que nos recuerda la gravedad de una época en la que nada parece quedar a resguardo de los grandes vendavales de un capitalismo global en estado de crisis pero capaz de seguir imponiendo sus decisiones y su hegemonía en la mayor parte del planeta.
Entender el carácter de la ofensiva del capital neoliberal significa desentrañar el grado de dramatismo que hoy amenaza a los proyectos políticos que buscan, sobre todo en Sudamérica, vías alternativas a las que nos condujeron y quieren seguir haciéndolo hacia la intemperie social y económica. La hora es incierta porque está en juego la continuidad o no de una política que ha podido, con sus dificultades y contradicciones, reinstalar en el centro de la escena la disputa por la distribución de la renta material y simbólica. El reforzado frente restaurador, que incluye a las corporaciones económico-mediáticas, a las fuerzas de la derecha, a las expresiones del peronismo conservador y a los neoprogresismos reaccionarios, busca cerrar este momento de reparación de la vida popular. Unos, los poderosos, intentan recuperar el terreno perdido horadando, desde todos los ángulos posibles y utilizando todos los recursos a su alcance, la continuidad de un proyecto que, después de décadas de penurias para los intereses populares, logró reabrir la esperanza en el interior de un pueblo lastimado y saqueado. Otros, las personas comunes, los ciudadanos de a pie, los que viven el día a día con sus logros y sus dificultades, no suelen fatigar los caminos de la memoria a la hora de sentirse seducidos por opciones políticas que cierran a cal y canto cualquier alusión al pasado y a su tragedia social, económica, política y cultural porque, aunque no lo digan, están dispuestas, esas fuerzas hoy opositoras, a implementar aquellas terribles recetas que tanto daño nos hicieron. Exigen, con el derecho que surge de lo reconstruido y de sus propias perspectivas y demandas individuales, seguir mejorando y seguir superando los núcleos duros de la desigualdad, las carencias, las injusticias y las zozobras de la vida cotidiana. Poco tiempo le dedican a valorar lo que se ha conquistado en estos arduos y sorprendentes años en los que el país logró recuperar la brújula de su historia dejando atrás, como no se cansaba de decir Néstor Kirchner, el infierno en el que nos habíamos convertido como sociedad.
Lejos de las capturas ideológicas de largo aliento, más lejos aún de identidades fijas y permanentes, parte de la ciudadanía de esta época mediatizada no suele permanecer adherida a solidaridades cristalizadas. La fluidez, lo efímero, la fetichización del cambio y de la última novedad, la lógica de la sociedad de la mercancía y del espectáculo les exige a los lenguajes políticos y a la propia democracia que aprendan a lidiar con esa persistente fragilidad de las identidades contemporáneas. Nadie tiene la vaca atada. Cada día hay que renovar el vínculo y el contrato de origen. La fugacidad de lo vivido pende como una amenaza recurrente en el interior de una vida social que mide su satisfacción a cada instante y de acuerdo, la mayor parte de las veces, con la narrativa que de esa misma vida social se hace desde las grandes usinas comunicacionales que, en la actualidad, constituyen la avanzada de los poderes corporativos y el laboratorio desde el que se despliegan las nuevas formas hegemónicas que articulan el estado de las conciencias. El riesgo nace de creer que lo conquistado y lo recuperado, aquello que hizo y hace posible el diseño de una sociedad capaz de reconstruir lo que había sido brutalmente destruido, no depende –hoy, acá y en estas horas decisivas– de la continuidad del kirchnerismo.
Algunos, los poderosos, los que han ejercido a discreción –y apelando muchas veces a la violencia homicida– el poder en la mayor parte de la travesía histórica del país, saben que no se puede seguir permitiendo que un proyecto nacido de antiguos sueños de justicia e igualdad siga pronunciando ese camino que acabe invirtiendo décadas de dominación y sometimiento. Saben que la llegada del kirchnerismo vino a sacudir un estado de injusticia y de derrota de las tradiciones populares. Que vino a interrumpir la continuidad de la barbarie social y la ampliación de la desigualdad al mismo tiempo que reabrió la posibilidad de reconstruir la tradición de una lengua emancipatoria que hoy recorre una parte sustantiva de Sudamérica. Sabe, también, que no puede permitir la prolongación en el tiempo de un proyecto que le ha devuelto a la multitud invisible la potencia para encarar con energía renovada profundas transformaciones en el interior de una realidad social que sigue siendo un territorio en y de disputa. Sabe, a su vez, que la ampliación de derechos multiplica las voces dispuestas a defender lo conquistado y a oponerse a los intentos de restauración del poder neoliberal. Es simple su intención: cortar de cuajo lo que nunca tenía que haber ocurrido, sellar, por inactual e imposible, la invención democrática que renació hace diez años cuando nada ni nadie lo podía preveer o imaginar. Van, una vez más, por la reconquista de sus privilegios y por la plena posesión del poder de decisión. Quieren terminar con una atrevida política que reinstaló entre nosotros la esperanza de la igualdad. Ellos no confunden ni se confunden, saben cómo y contra quien tienen que descargar toda su artillería destituyente.
Otros, los bienintencionados, los que suelen identificarse con posiciones progresistas, prefieren instalarse en la lógica de la demolición asociándose a la feroz campaña que desde las usinas del poder mediático se viene desarrollando contra el Gobierno. Son los eternos buscadores de una “república virtuosa”, esa que supuestamente yace en un oscuro filón de la nación, extraviada después de los tiempos del primer centenario, y sometida una y otra vez –eso piensan y proclaman sin sonrojarse– por los populismos demagógicos, al vaciamiento y la corrupción. Sin encontrar ninguna incompatibilidad, allí donde buscan convertirse en los heraldos de los valores republicanos, suelen confluir con los poderes corporativos y, siempre, terminan por travestirse a imagen y semejanza de esos grupos privilegiados. Pero, eso sí, en nombre de la República y de su salvación. Lo que no dicen o no saben es que cada vez que esas fuerzas se alzaron para defender la “virtud amenazada de la república” no hicieron otra cosa que destruir derechos, aniquilar libertades y vaciar de contenido a la propia vida democrática. Ofreciendo un rostro y una retórica supuestamente progresista, arropados en banderas de larga prosapia libertaria, terminan por volverse funcionales a los verdaderos diseñadores de las estrategias destituyentes: el poder económico-mediático que va en busca de la restauración conservadora.
Es por eso que, en esta hora compleja y desafiante, nos dirigimos a los hombres y mujeres de nuestra patria que no renuncian al sueño de una sociedad más justa. Que, con toda honestidad, asumen como propias, en ocasiones, las críticas más despiadadas e injustas que, construidas en el laboratorio de la derecha corporativa, acaban convirtiéndose, sin que lo visualicen, en parte de su propio sentido común y en la entrega de sus ideales democráticos a quienes no han hecho otra cosa que vaciarlos de todo contenido emancipador. Los llamamos a que, sin dejar de sostener sus tradiciones y sus diferencias, sepan reconocer la abismal distancia que separa a un proyecto –con sus aciertos y sus errores– que no ha dejado de inclinar la balanza hacia el horizonte de un país más igualitario y democrático, de aquellos sectores dominantes y hegemónicos dispuestos a quebrar en mil pedazos esas esperanzas que en los últimos diez años no han hecho más que multiplicarse.
Detrás, muchas veces, de retóricas seudoprogresistas buscan seducir a ciudadanos que, de saberlo, no estarían dispuestos a acompañar sus estrategias reaccionarias. Pero también se montan en el sistemático esfuerzo por despolitizar, a través de los lenguajes massmediáticos, a quienes han sido sujetos de la reconstrucción y la ampliación de derechos sociales, civiles y culturales. Avanzan disputando sentido común y opinión pública. Utilizan el espectacular poder de fuego de las corporaciones comunicacionales siempre dispuestas a reforzar los intereses de los grandes grupos económicos y a amplificar la contra revolución cultural que el neoliberalismo viene desarrollando globalmente. Buscan desprestigiar y debilitar hasta la extenuación a un gobierno que, a contrapelo de las tendencias mundiales y en consonancia con algunos países de la región, se atrevió a desafiar el orden establecido. Ellos sí que van por todo: van por la liquidación de los derechos, van por la ampliación de su renta, van por la perpetuación de su poder, van contra los deseos tumultuosos de las mayorías que siguen soñando la igualdad, van contra las demandas de memoria, verdad y justicia y por la impunidad de sus propios crímenes. Ellos saben lo que está en juego, saben cuál es el corazón de la disputa y de qué modo golpear contra la Presidenta y contra un proyecto que ha sido capaz de romper la terrible continuidad de una dominación implacable que llevó a la peor de las intemperies sociales, políticas, económicas, culturales y jurídicas.
Son momentos donde se manifiesta con su fuerza silenciosa la ironía de la historia: por un lado, la conciencia pública democrática se halla sumida en un gran debate; por otro lado, esa misma conciencia se halla aprisionada por enormes operaciones mediáticas que sobre el idioma real de la historia, sobreponen el idioma vacío del miedo y de una abstracta reparación moral. De este modo, esa dramática distancia entre la vida real, con sus cotidianas realizaciones y sus rumoreos deshilvanados, se yergue en términos de un gran poder mediático que traba la expresión genuina de los intereses sociales con una expresión repleta de pulsiones fantasmales: es un modelo de conclusión de un ciclo como anunciación de un “modelo de llegada”, el de un candidato que ha convertido su nombre en un algoritmo y sonríe en las carreteras de entrada a la ciudad con la pinta entradora de vendedor de terrenitos a plazos, dispuesto a cualquier señuelo.
2 Ante tales circunstancias, es necesario reponer todo un diccionario de ideas y de correspondencia entre éstas y las definiciones más clásicas de un acervo político que está también amenazado. Se trata de analizar una vez más los resultados del capitalismo en el plano de sus acciones reales sobre la materia histórica, y en el plano de sus fantasías ideológicas. Un cuarto de siglo pasó desde la reconfiguración que sobrevino con el fin del mundo bipolar. El velo de la promesa democrática y de un mundo en paz, con la que Occidente batalló para obtener la hegemonía conquistada, ha caído. Se ha impuesto una única “verdad”, la de un capitalismo que no tolera diferencias y organiza, por el contrario, cruzadas uniformadoras de sistemas económicos, modelos políticos, culturas y proyectos de pueblos y naciones. Es en perspectiva, el diseño de un futuro global a medida de un Imperio que impone su ley, otorgándole a ésta el valor de “justicia universal”. La ilusión de un capitalismo humano, instalada durante la “edad de oro”, iluminada por los estados del bienestar de las socialdemocracias europeas, se derrumbó, dejando revelado haber sido una estrategia de competencia con el “mundo socialista” caído, más que una opción programática de burguesías con sentido social. Cristina llamó anarcocapitalismo financiero a esta hegemonía de un sistema depredador y llamó a recuperar lo mejor de aquello que pudo o quiso a duras penas construir el propio capitalismo cuando tuvo que atender las demandas de las grandes mayorías que se rebelaban contra una antigua trama de injusticias. Eso es lo que se ha acabado en los países centrales.
Es Sudamérica el lugar en el que, a contracorriente, se busca defender derechos y conquistas que recuerdan al Estado de Bienestar, pero que quieren ir más allá. Eso lo sabe el poder hegemónico y ha buscado y lo seguirá haciendo quebrar estas experiencias popular-reparadoras. En nuestro país, muchos que se ofrecen como portadores de una perspectiva “progresista” no hacen más que movilizar sus recursos retóricos e ideológicos a favor de la ola liberal-conservadora que viene arrasando los derechos de las mayorías en los Estados europeos. Esos “progresistas” han defendido a Capriles y atacado las opciones populares sudamericanas en nombre de la “virtud republicana”, del mismo modo que han derramado todos sus prejuicios sociales y raciales al caracterizar a los habitantes de los barrios marginales y pobres del gran Rosario como “inmigrantes de origen toba o de Bolivia y Paraguay” que traen su pobreza desde “fuera”. Un lastre “indio y extranjero” que no es responsabilidad del gobierno “progresista”.
El último cuarto de siglo ha sido de guerras e invasiones. Irak, en dos oportunidades, el descuartizamiento de Yugoslavia con intervenciones puntuales de las grandes potencias en cada uno de sus conflictos, Afganistán, Libia, y ahora la latente amenaza sobre Siria. También este tiempo ha sido de un capitalismo financiero que organizó el mundo desterritorializando la producción industrial y deslocalizando el trabajo con el fin de reducir los salarios, ampliar las ganancias, destruir las conquistas de los trabajadores, desarmar sus organizaciones y movilizar el capital de un lugar a otro, sin límites, sin controles, ampliando hasta los niveles más desmesurados las esferas financieras en las cuales las oligarquías más poderosas del globo se apropiaban de la parte del león de las ensanchadas plusvalías. Los cantos de sirena de una era posindustrial o de una época del fin del trabajo, contrastan con las maquilas de salarios miserables, jornadas extensísimas de trabajo y condiciones de precariedad y pobreza de las grandes masas populares.
Sin embargo, para el objetivo de un mundo único y uniforme no alcanzaba con resolver el pleito bipolar. La nueva hegemonía se lanzó a adocenar un Tercer Mundo que desplegaba proyectos propios, que había organizado Estados para impulsarlos, librado luchas de descolonización y liberación; un Tercer Mundo en el que se habían conformado movimientos nacionales y populares y afirmado ideales de emancipación y autonomía, pero que también sufriría de errores, desaciertos y derrotas nacidas de experiencias que se encontraron ante sus propios límites y sus propias fallas. La ideología neoliberal de privatizaciones, desintervención pública, apertura irrestricta a las inversiones externas, flexibización laboral, culto a los mercados –especialmente a los financieros– fue predicada y practicada como poderosa lógica de desorganización de Estados, regímenes previos, pensamientos críticos, modos de vida, valores, costumbres y creencias. Así recuperó y amplió su hegemonía el capitalismo neoliberal. Sobre esta tierra arrasada hoy se despliega la, tal vez, mayor de sus crisis.
Los programas de ajuste en Europa, las campañas militares en Africa y Asia, el ninguneo de las Naciones Unidas, la naturalización de la función de un gendarme universal, el manejo unilateral de la emisión de moneda mundial por parte de la potencia hegemónica, denotan la decisión del mundo central de agudizar la crisis para que se resuelva sobre la base de ensanchar y profundizar el paradigma regresivo de polarización social y concentración de la riqueza y del poder. Pero, en la última década se abrió una grieta en esta humanidad desolada, arrasada y desilusionada por un sistema que se había sentenciado a sí mismo como definitivo e irreversible. Una esperanza creció en América latina. Una esperanza que fusionó el renacer de culturas milenarias, con las gestas de la independencia y las experiencias populares de mediados del siglo pasado. Nombrar a los que encendieron ese nuevo fuego siempre es imprescindible: Chávez, Lula, Kirchner, Evo, Correa, Cristina. Sus nombres están ya indisolublemente ligados a la recuperación de utopías, dignidades y voluntades transformadoras.
Así, la reciente participación de Cristina en el G-20 fundó un nuevo momento. Un discurso y una gestualidad de autonomía rompió con el diseño de un ámbito organizado para un consenso unánime que consagrara la voluntad de los países centrales. Señaló la complicidad de los EE.UU. con los fondos buitre, reclamó por un regreso a un genuino multilateralismo y denunció que la paz no se construye con guerras. Días después profundizó su pronunciamiento en la Asamblea de las Naciones Unidas, sostuvo que no hay guerras justas, denunció la hipocresía de las potencias que hablan de diálogo y no se sientan a conversar cuando peligran sus intereses coloniales, criticó a quienes preparan intervenciones armadas en nombre de la paz –cuando previamente fueron proveedores directos o indirectos de las armas con las que se despliegan los conflictos–, pidió la restricción y regulación de las lógicas anárquicas y perversas con las que se maneja el capital financiero internacional, reclamó sobre una reforma del orden internacional que favorezca el mayor peso de la opinión de las naciones periféricas, exigió el cumplimiento de los acuerdos entre países. Es claro que nuestra Argentina y nuestra América latina batallan contra intentos restauradores. Como siempre, éstos se siembran de adentro y de afuera. Los fallos de la Justicia norteamericana contra nuestro país revelan el propósito de un disciplinamiento “ejemplificador”. No se trata sólo de la imposición de una lógica de la financiarización, que hasta puede resultar dañada por la desmesura de hacer caer una reestructuración de deuda magníficamente lograda, si no de la priorización de una actitud nada amistosa contra una nación y una región que han recuperado una política internacional independiente, avanzado en proyectos económicos transformadores y reconstruido sus Estados nacionales. Los actos de espionaje sistemático llevados a cabo por los EE.UU., violatorios de la soberanía de nuestros países han generado reacciones dignas, impensables hace apenas una década, como la de Dilma Rousseff que canceló su viaje a la superpotencia. También hubo una firme y solidaria respuesta frente al grave secuestro que sufriera Evo Morales por parte de potencias europeas unos meses atrás.
Todo ello acontece mientras grupos económicos locales, mediocres oposiciones políticas, y medios monopólicos que pretenden comandar la erosión del proyecto popular, acechan para medrar con el producto de devaluaciones y turbulencias de caminos regresivos. La ilusión de un “gran empresariado adicto”, heredado de otras épocas y otros proyectos de país, se desvaneció en estos diez años. Sus exponentes no sólo aumentan precios y provocan inflaciones que erosionan el ánimo popular, si no que conspiran por nuevas megadevaluaciones del peso para engrosar fortunas que reposan en negocios financieros internacionales luego de utilizar cuantas vías de fuga idean astutamente. Sus figurantes de escena, repetidores de discursos vetustos rellenos de frases de ocasión, han mudado de escenario y militan activamente en entramados opositores apostando al “fin de ciclo”.
Es una hora dramática, en la que los proyectos políticos transformadores de nuestro continente deben repensarse y, dentro de ellos, su lógica de alianzas. Alianzas imprescindibles para su consolidación y profundización, dos términos inescindibles, pues congelar el presente, detener los cambios, conservar sólo lo hecho, más que insuficiente resulta imposible. Los restauradores dicen que quieren poner un freno, pero pretenden bombardear lo construido, aleccionar contra las ansias de cambio, naturalizar la decadencia neoliberal. Por eso prometen un país “serio”, reinsertado en el mundo, tan “moderno” como la podredumbre que impúdicamente exhiben las economías del norte desarrollado. Son tiempos de afirmar el proyecto, a la vez que de reencauzamiento de rumbos. Exigen acelerar los pasos de la unidad e integración regional, a la vez que priorizar las construcciones políticas y la movilización popular. De construcción de más Estado. De políticas que, con participación popular, ensanchen más aun la ciudadanía. De ampliar las mejoras en la distribución de la riqueza, porque queremos y hace falta más. De formalización plena de los trabajadores. De mayor acceso de los campesinos a la tierra. De mayores derechos para los pueblos originarios. De despliegue del acceso a la vivienda. El kirchnerismo con sus grandes aciertos y también con sus errores, ausencias, deudas pendientes y limitaciones marcó una dirección popular y democrática tan profunda que sólo admite, desde una mirada emancipatoria, la crítica que tiende a fortalecerlo. La vocinglería opositora que le señala insuficiencias para debilitarlo, aunque acierte muchas veces en desnudar la falta, aunque luzca centroizquierdista, confraterniza con el intento oligárquico de consumar el “fin de ciclo”. Porque lo que está en juego no es el éxito o fracaso de una gestión, entendida como un agregado de medidas o políticas, sino el sentido de una época. No hay profundización de ella sin continuidad, o para ser más dramáticos, sin futuro del kirchnerismo como fuerza transformadora en el poder. Los que quieren ordenar, poner fin al tumulto, limpiar la escena, enaltecer la corrección, ser héroes de la buena conducta, se proponen como el cementerio de los proyectos transformadores.
La demolición, que provocó e inició la dictadura cívico-militar en 1976, de una Argentina con empleo digno y solidaridades sociales, estructuras políticas que identificaban clases, culturas y proyectos, aún no fue revertida plenamente. Los años del proyecto popular en curso recuperaron el paradigma del trabajo, la vocación de autonomía nacional, el rol de lo público y los ideales de igualdad y justicia. Pero la estructura concentrada y extranjerizada de la economía permanece y resulta de difícil, aunque necesaria reducción. Si bien la desigualdad disminuyó, subsiste aun la fragmentación política, social y sindical. Una tercera parte de los trabajadores ocupados permanece en la informalidad, si bien se han tomado medidas históricas con la legislación del trabajo rural y en domicilios particulares. La volatilidad de políticos profesionales que migran como miserables oportunistas desde cargos importantes detentados en un gobierno que promovió un viraje profundo en la política argentina hacia opciones regresivas del pasado revertido, ejemplifica sobre carencias de la política argentina del presente, aunque ésta haya recuperado su función de actividad transformadora. Es necesaria una iniciativa más enérgica para emprender construcción política y ensanchar la capacidad e intensidad de la movilización popular que impregne de otra densidad a la militancia, a la pertenencia, a la participación, a la adhesión y a la simpatía por el proyecto transformador. Hace falta transitar hacia una democracia profunda en la que la instancia electoral consagre, en ese momento culminante, la voluntad y pasión que se construye permanentemente en un ideal compartido de sociedad integrada y fraternizada. Es el gran desafío para la continuidad.
El actual es un momento crucial. Es época de generar esperanzas. De plantearle a la sociedad compartir un programa para la profundización de un proyecto que ha resultado tan exitoso como justo. Han sido diez años de avances prodigiosos. La escena de un pueblo hambriento, marginado y sin trabajo ha sido reemplazada por un tiempo de disputas sociales por mejorar las condiciones de vida, por alcanzar la igualdad. Toda una política de gobierno signada por el sentido de la ampliación de derechos es la que convoca, y nos convoca, a jugar nuestra pasión y la acción para sostener ese sentido peleando por la continuidad de esta política ahora y en el 2015. Memoria, verdad y justicia. Convenios Colectivos. Salario Mínimo. Recuperación del sistema de jubilación de las manos de la especulación financiera. Mejor distribución del ingreso. Aumento del presupuesto educativo. Asignación Universal por Hijo. Matrimonio igualitario. Ley de servicios de comunicación audiovisual. Nueva Carta Orgánica del BCRA. Autonomía frente a las políticas del FMI. Resistencia frente a los fondos buitre. Despliegue de las cooperativas de trabajo. Mejora sustantiva en los ingresos de los jubilados. Gobierno civil de la política de defensa. Desendeudamiento. Nacionalización de YPF, Aerolíneas y aguas. El plan Procrear, que acaba de expandirse... Una lista extensísima, abierta, de no acabar. Hubo tiempos en los que la sorpresa de los nuevos hechos de la gestión, que invertían las consecuencias del neoliberalismo, alcanzaban por sí solos para obtener el respaldo ciudadano. Hoy se requiere más. Es justa y necesaria la promesa, el dibujo de un futuro, la convocatoria a participar en la profundización de una gesta. Establecer el contraste, la contracara que puje contra la declamación de las derechas, los “pragmatistas” y los falsos “centroizquierdistas” que han hecho de la difamación una propuesta política, de la falla la impugnación del todo, de la virtud la impostura, del resultado de una política la casualidad de una ocasión. Es una hora de más hechos, argumentos y debates. Esgrimir sólo el balance no es suficiente.
Las últimas medidas tributarias mejorarán notablemente los ingresos de los trabajadores formalizados, así como comenzarán a trazar un camino de justa imposición a la renta. Pero queda pendiente una reforma tributaria integral que acentúe la mejora en la progresividad del sistema que comenzara con la implantación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias. Una profunda discriminación de los productos y tasas para el gravamen del IVA, liberando del mismo al consumo popular e intensificando la imposición de los bienes suntuarios sería parte de la misma. También la recuperación del impuesto a la herencia que fuera eliminado por la dictadura terrorista. El aumento de los aportes patronales revertiría la reducción de los mismos que constituyó parte de las políticas de “flexibilización” laboral. Fueron muy significativos los recientes cambios introducidos en el régimen del monotributo y beneficiarán a sectores de ingresos bajos y medios.
Además, ha sido muy importante la legislación que suspende los desalojos de los campesinos, como así también el comienzo de las tareas para reconocer la posesión y propiedad de la tierra por parte de las comunidades indígenas, mediante el establecimiento de su propiedad colectiva sobre las mismas. Sin embargo, es necesario profundizar más aun esta justa política, disponiendo la titularización de esas tierras y emprendiendo una política integral que avance en la generación de conciencia y la adopción de criterios que reconozcan el carácter social que define a ese recurso natural estratégico.
Muchas veces el gobierno ha reaccionado con atraso. La política ferroviaria y la energética han transcurrido por caminos erróneos en una larga fase del proyecto nacional en curso. Las consecuencias fueron dolorosas y costosas. Sin embargo, esos desvíos hoy se encuentran en vías de corrección y se han adoptado medidas de fondo para reestructurar esos sectores. Pero los daños causados a la marcha del proyecto no han sido menores, aunque siempre las transformaciones reparadoras fueron tomadas desde una perspectiva de profundización.
Para hacer posible la aplicación de un derecho básico para los ciudadanos como es el derecho a la salud, hoy todavía tropezamos con un sistema fragmentado y desigual que debe transformarse, avanzando en la planificación de la salud, adoptando así, un criterio inverso al de los países de la Alianza del Pacífico, donde la exclusión es creciente debido al predominio del paradigma de la mercantilización. Sin embargo, ha habido avances importantes, a través de múltiples acciones emprendidas por el Ministerio de Desarrollo Social, como la Asignación Universal por Hijo, la ley de procreación responsable, las medidas contra la violencia de género, la ley de salud mental, la ley antitabaco, un amplio plan de vacunación obligatoria y el tratamiento gratuito del VIH-sida. La postergada reglamentación de la producción pública de medicamentos es una de las incomprensibles demoras que deben ser reparadas.
A los momentos críticos, a las dificultades, el Gobierno las enfrentó siempre con medidas e iniciativas fieles al sentido de su proyecto político. La derecha opositora, en sus versiones burdas o travestidas de “centroizquierdistas” repite monocordemente las mismas impugnaciones, cualquiera sea el lugar de América latina que se trate: corrupción, inflación, inseguridad. Una receta única para esmerilar gobiernos “populistas”. La primera siempre resulta condenable, aunque el capitalismo suponga su existencia sistémica. La inflación siempre debe ocupar, pero la derecha pretende convertirla en el eje de la economía para aplicar planes de ajuste y reducción del salario, mientras que una política más efectiva para enfrentarla sería redoblar los controles, sistematizarlos, disciplinar a los empresarios, ampliar significativamente las formas y prácticas de comercialización estatal, provincial y municipal directa de bienes esenciales. Bienvenida y oportuna la mesa de diálogo que abrió Cristina para abordar los acuerdos que persigan restringir los aumentos de precios. La inseguridad, que los medios hegemónicos instalan y silencian en dosis que manejan a conveniencia del poder concentrado, constituye un problema estructural de las megalópolis “modernas” nacidas del capitalismo anárquico, guiado por el paradigma del más crudo individualismo; controlar, discriminar, perseguir y encerrar adolescentes condice con las lógicas del chivo expiatorio para disipar el reclamo de las víctimas sin resolver, o más aun, agravando lo que se enuncia querer solucionar. Cualquier estrategia de mano dura favorece la ampliación de la complicidad del delito con integrantes y jefes de los cuerpos de seguridad. Contrariamente la estrategia de construir una “seguridad democrática” y el camino de abordar la especificidad juvenil abren la esperanza para reducir inseguridades e injusticias. El kirchnerismo, desde su inicio, ha cuestionado las salidas punitivas o la apelación “salvadora” a la mano dura como fórmulas mágicas para combatir el delito. Hoy, como ayer, esa debe ser su brújula a la hora de intentar nuevos caminos ante una problemática extremadamente compleja que no tiene una solución lineal.
3 No resulta sencillo ir contra el prejuicio y el resentimiento, pero más difícil es intentar explicar el odio que, de un modo incisivo y sistemático se difunde por ciertos medios de comunicación, y va más allá de todas las diferencias políticas para anclarse en una visceral inhumanidad. Lo que se despliega por el éter informativo en estos días argentinos es, cuando de lo que se trata es de horadar y debilitar al Gobierno, una estrategia inclemente que no se detiene ante ningún obstáculo ni conoce la frontera del respeto y la compasión por el padecimiento del otro. Esa estrategia encuentra su correspondencia en algunos sectores de la sociedad que, sin ningún disimulo, se regodean en ese modo antagónico a toda forma de convivencia democrática. Escudándose en una “moralidad virtuosa”, en la apología de una república añorada desde que la “demagogia populista invadió la nación”, movilizan todos los recursos a su disposición para hacer naufragar un proyecto que, después de décadas de impunidad de los poderes reales, se plantó frente a los “dueños del país” defendiendo los intereses populares.
El odio y la visión canalla del mundo se conjugan en aquellos “periodistas” que buscan golpear a la figura presidencial. Vuelve sobre nosotros un discurso de una violencia que habíamos imaginado sellada en nuestra historia pero que regresa intocada de su viaje por el tiempo. Deseo de muerte, goce con el padecimiento y la enfermedad del otro, en este caso de Cristina como antes de Néstor Kirchner o, más lejos en el tiempo, de Evita. Virulencia. Comparaciones históricas infames: primero con el nazismo, después con el fascismo y, ahora, con el lopezreguismo. Literalmente se mofan de las víctimas reales de la historia y juegan con los límites para transgredirlos. En el deseo de ellos está lo peor. El odio es su estrategia y buscan multiplicarlo penetrando una zona oscura de nuestra sociedad que se reencuentra con una parte espantosa de sí misma, aquella que cristalizó en la frase “viva el cáncer” cuando Evita luchaba por su vida. El odio sólo construye destrucción. Por eso, hoy más que nunca, compromiso con la democracia, militancia de las ideas, rebelión contra los canallas y redoblamiento de la participación para continuar transformando el país en beneficio de las mayorías.
Dos años que serán tan largos como disputados transcurrirán entre las elecciones de octubre y las de 2015. Lejos de reflexiones como las de “fin de ciclo”, en las que se sumerge una intelectualidad antipopular, incluso perteneciente al antiguo cuño de una extraviada progresía liberal, que anida y alienta una restauración de gravosas consecuencias, elegimos ampliar nuestro compromiso con ideales y sueños de liberación nacional y emancipación humana, cuyo devenir juega su suerte en la etapa histórica argentina junto al actual proyecto. La crítica no es, afirmamos, el ascético ademán de la disolución, la descalificación y la injuria. Es, ante todo, el acto libertario de develar las formas que asumen la dominación, la injusticia y otras formas de violencia invariablemente ejercidas sobre nuestro pueblo, y como tal su ejercicio es inherente a la alternativa política que ha dado en llamarse kirchnerismo. No cejaremos en el esfuerzo por convocar a compañeros que buscan destinos similares a los nuestros y permanecen fuera del proyecto, a ensayar un camino en común para fortalecerlo y bregar por cambiar lo que haya que cambiar. Porque hemos optado por el lado de los más débiles de la Historia y de esta historia de confrontación con las corporaciones del poder. Porque hemos reconocido la extraordinaria voluntad de reparación que irrumpió en el 2003 de la mano de Néstor Kirchner, una voluntad que nos devolvió el sueño de un país justo. Porque valoramos la entereza, el coraje y las convicciones de Cristina que, sobreponiéndose a dificultades por todos conocidas, no ha dejado de asumir un compromiso ejemplar con su pueblo. Ese es, también, el sentido que elegimos dar a nuestras vidas.
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jueves, 10 de octubre de 2013

MARA BRAWER

Ya fue publicada en el Boletín Oficial la Ley para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas. Pueden descargarlo en

 http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/index.castle?s=1&fea=04%2F10%2F2013

domingo, 6 de octubre de 2013

MARCOS ROITMAN ROSENMANN, AUTOR DE TIEMPOS DE OSCURIDAD. HISTORIA DE LOS GOLPES EN AMÉRICA LATINA

"Para dar un golpe ya no se necesitan ejércitos"




JAVIER  BORELLI   

El sociólogo y analista político explica los métodos que impuso la globalización para provocar quiebres institucionales. El concepto de complicidad civil y las nuevas formas de la represión. De la Escuela de las Américas a las actuales calificadoras de riesgo. 

Los enemigos están entre nosotros, señaló Fidel Castro durante su viaje a Chile en 1971. A unos metros de él lo escuchaba el edecán militar designado a su visita, un tal Augusto Pinochet. El recuerdo es traído al presente por Marcos Roitman Rosenmann en su libro de reciente publicación Tiempos de oscuridad. Historia de los golpes de Estado en América Latina. Es que esa advertencia no ha perdido actualidad para el doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, quien sin embargo destaca que la metodología empleada para producir quiebres institucionales ha cambiado. Ya no son las fuerzas armadas las protagonistas, sino los organismos internacionales, los bancos o las "troikas", que no necesitan empuñar un arma o disparar un tiro. 
"Detrás de la llamada ideología de la globalización, existe otra manera de dar los golpes de Estado. No necesitamos ejércitos. Tras la Segunda Guerra Mundial, los dictadores fueron eliminados bajo el criterio de nuevas formas de ejercicio del poder político. Estados Unidos necesitó, incluso en Latinoamérica post revolución cubana, la Alianza para el Progreso y construir regímenes formalmente democráticos para enfrentar las reformas agrarias, los cambios políticos nacionales, antioligárquicos, antiimperialistas, socialistas y anticapitalistas", explica el autor chileno cuya biografía está marcada por los regímenes autoritarios. 
Roitman Rosenmann nació en Santiago de Chile en 1955. Comenzó a militar a los trece años y seis más tarde, en 1974, voló a Madrid escapándose del pinochetismo y completando el viaje que su padrastro había iniciado un tiempo atrás, cuando aquel republicano español decidió exiliarse en el angosto país sudamericano lejos del alcance del dictador ibérico Francisco Franco. El Generalísimo seguía en el poder cuando él llegó a España con 19 años y algunas materias de la carrera de Ingeniería aprobadas. Ya no volvería a radicarse a su país natal, pero seguiría con atención todo lo sucedido allí en los 17 años de dictadura y en el resto de la región latinoamericana, haciendo de esa historia su objeto de estudio.  
 
–En su libro repasa los golpes de Estado en la región y concluye que marchan juntos con el anticomunismo en la historia. ¿Cómo se evidencia esta característica?
–El anticomunismo está presente en los golpes antes de la Revolución Rusa. Es decir, antes de la constitución de la Unión Soviética. La mayoría de las socialdemocracias europeas tienen en común su flagrante anticomunismo. Pero ese anticomunismo era gelatinoso, difuso. No se concentraba en aspectos esenciales de una ideología consistente, sino que era más bien utilizado de una manera maniquea y arbitraria, pero creo que más bien inconsistente. Era, en cierta medida, una herramienta de trabajo. Se atacaba al partido comunista pero no solo a él, también al movimiento obrero, el sindicalismo clasista. Por eso, en realidad, yo planteo que el ataque está dirigido al socialismo-marxista, que me parece más riguroso que el marxismo-leninismo. A partir de la Segunda Guerra Mundial cambia absolutamente el concepto. Aparece un anticomunismo consistente. Porque aparece reflejado como enemigo interno en la necesidad de la agresión. Ese elemento gelatinoso se vuelve ya antisubversión. Se vuelve guerra contrainsurgente. Leyes de "defensa de la democracia" articuladas con la declaración de ilegalidad del Partido Comunista. Es decir que el anticomunismo aparece expresado de varias maneras y el comunismo aparece como un obstáculo a la construcción de un mundo libre.
–Y a la vez postula que las Fuerzas Armadas no accionan en soledad sino que forman parte de una alianza de clases que llevan adelante los golpes de Estado…
–Un golpe de Estado es una técnica de toma del poder. Es el ejercicio de un sector político que es desbancado y que quiere retomar la dinámica del poder. Suele estar a cargo de las instituciones del Estado. Entonces, ¿qué institución hegemónica en el siglo veinte con capacidad de lograr obediencia, controlar el territorio y tener las armas puede hacerse como instrumento del golpe de Estado? Las Fuerzas Armadas, que de la misma manera estuvieron vinculadas a partir de la Segunda Guerra Mundial a la construcción ideológica de los EE UU. Porque allí se formaron, de allí recibieron los fondos y la tecnología. Es la famosa Escuela de las Américas. Pero para eso tiene que haber una dinámica, que podríamos llamar la cocina política, donde el poder civil –que incluye a los partidos políticos de la derecha, los terratenientes, los industriales, el capital financiero, las grandes empresas multinacionales de la época– tuviera miedo de aquellas reformas que les quitaban el poder. Por todo esto puede verse que las Fuerzas Armadas no actuaron de la misma manera que los ejércitos en la época oligárquica. Los nuevos golpes militares tenían otra doctrina. El concepto geopolítico del Estado como cuerpo vivo atacado por aquellos elementos que quieren disolver la familia, la identidad nacional, introducir valores exógenos, contrarios a la patria, a la nación. Era un discurso genérico que se articuló justamente al anticomunismo. Ahí apareció la guerra psicológica, económica, política, la informática. Aquellos elementos que fueron construyendo los ejes para que el ejército actuara. Porque el ejército fue preparado para actuar cuando le dieran la orden.
–En los últimos años este planteo ha cobrado más fuerza en las sociedades latinoamericanas que cuestionan, y hasta promueven juicios, contra los "cómplices civiles" de las dictaduras.
–Cómplice no es el que actúa sino el que otorga. Por eso, yo no diría cómplices, sino partícipes de los golpes. Hay una frase de Jorge Rafael Videla, una vez preso, en la que dice que había empresarios que le decían que se había quedado corto con los que había matado… Entonces, esos son los responsables desde el punto de vista ideológico-político, en el ámbito de los partidos, empresarios y clase dominante que articularon, solventaron y armaron el golpe. Ahí no hay complicidad, son socios necesarios. 
–En los golpes de Estado que usted releva muestra a Estados Unidos como principal "organizador" de estas intervenciones. En las nuevas modalidades de golpe que usted llama "de guante blanco", ¿cree que mantiene ese rol?
–Simplemente hay que ver cuáles son las agencias de calificación de riesgo: estadounidenses. Lo que cambia es la forma, pero en el fondo EE UU sigue manteniendo la hegemonía. Cambia el mecanismo de ejercicio de esa hegemonía, por eso las Fuerzas Armadas pueden irse a los cuarteles. Porque otros realizan los golpes de Estado. En Chile se intentó un golpe de Estado de guante blanco contra Salvador Allende, juntando los dos tercios del Parlamento para destituirlo. Ese mecanismo tardó más de treinta años en producirse y ocurrió en Honduras en 2009. También con Fernando Lugo en Paraguay, en 2012. Pero ese siempre fue el objetivo, lo que pasa es que hubo un punto de inflexión que fue la Guerra Fría. Cuando acaba, Estados Unidos necesita otra forma de ejercicio de dominación porque el enemigo que los ataca, el comunismo, supuestamente ha sido derrotado. Curiosamente, entonces viene la primera invasión a Irak, en 1990. Y eso significa una concepción de los inicios del unilateralismo en el ámbito de que EE UU va a plantear, desde mi punto de vista, una tercera guerra mundial. Porque las guerras mundiales reconstruyen los órdenes. Tras la Segunda Guerra surgieron las Naciones Unidas, tras la primera guerra de Irak y luego con el atentado a las torres gemelas se produce otro cambio absoluto, que no quiere decir que EE UU haya perdido. Al contrario, EE UU tiene la hegemonía cultural y económica. Porque para el capitalismo no hay crisis. La crisis es para nosotros. Porque nosotros estamos viviendo en condiciones de esclavitud, nuestros jóvenes tienen el 70% de desempleo. Al capitalismo no le preocupa eso. No tiene límites para la explotación salvaje del mundo. Y EE UU opera en esa dinámica. 
–Sin embargo, han surgido en América Latina gobiernos que han salido a denunciar el dominio estadounidense y a tratar de marcar límites...
–Por eso los golpes de Estado no han desaparecido. En Venezuela, Ecuador y Bolivia, por ejemplo, ha habido intentonas de golpes de Estado. No hace falta que el ejército actúe de manera irracional. Ahora hay una represión selectiva. No es un tanque en la calle, ni la toma de un palacio o el bombardeo de La Moneda. El capitalismo va por otra dinámica: la lógica de los grandes multinacionales de la soja, el uso del Amazonas, las dinámicas de Pascua Lama con las nuevas materias primas. Todas cosas en las que no les importa nada el poder formal, porque se ha perdido la centralidad de la política. El presidente de un Parlamento no decide nada.
–Entonces, ¿quienes estén en la presidencia de los países no tienen herramientas para contrarrestar estos avances?
–Claro. Tiene que ver con el concepto de hemisferio y de autonomía militar. Las fuerzas armadas perdieron el concepto de autonomía. Hoy no necesitamos estado militar, sino un estado de seguridad establecido en términos de la lucha antiterrorista, del control social, y para eso basta con las videocámaras en los centros comerciales, los subtes, el teatro, el cine, el Facebook, las redes. Evidentemente, es otra manera más perfecta de controlarnos que asustarnos directamente con los militares en las calles.
–¿Y cómo se puede prevenir o cómo se puede formar una respuesta eficaz a estos golpes de guante blanco?
–Esa es la pregunta del millón. No creo que se pueda prever. Nadie previó tampoco el triunfo de la Revolución Cubana más allá de la contingencia, tampoco el golpe del 11 de septiembre del '73, ni el del '76 o el '66 en Argentina. Lo que hay que hacer es estar preparado y alerta en la construcción de una sociedad civil y democrática. Una sociedad que construye democracia, participación, ciudadanía, que expresa mecanismos de control institucional a través del hecho republicano no va a estar sometida a golpes de Estado desde esa tensión. Es más, si está sometida los va a poder revertir. Como pasó en Venezuela en 2002. Si la sociedad venezolana no hubiese sido democrática, ese golpe hubiese triunfado. Porque la gente salió a la calle a defender su gobierno, los elementos democráticos. Y eso generó miedo en quienes secuestraron a Chávez. Si Argentina tiene una organización institucional democrática en el ámbito del diálogo y las organizaciones populares, las posibilidades de un golpe de Estado son mínimas. 
–¿Y cuáles son los indicios de que se está en el mal camino?
–Cuando se subvierte el orden ciudadano democrático, como pasó en Chile en el '73, las posibilidades de éxito del golpe son muchas. Ahí está la lógica de la trama civil. Lo que pasó en Chile fue que se deslegitimó el orden político para justificar la acción de las Fuerzas Armadas. Se generó un Estado negro, la desestabilización, los atentados terroristas, se actuó contra el comandante del Ejército Carlos Prats para que renunciara. Porque en las Fuerzas Armadas hubo mayor tortura y represión en términos cualitativos después del 11 de septiembre. Son las cosas que no se saben. Tenientes, coroneles, capitanes, que se opusieron al golpe. Pinochet tuvo que cambiar las ordenanzas militares, si no el golpe no se producía. Hoy los militares se pueden ir a los cuarteles porque el orden no depende de ellos. Su papel es otro. El control territorial, la lucha contra el narcotráfico, etc. Porque quienes defienden la lógica de funcionamiento de los Estados hoy son las trasnacionales.  «
 
 
 
"Chile vende una imagen"
 
 
La salida del libro de Marcos RoitmanRosenmann coincidió con el aniversario por los 40 años del golpe en Chile. La fecha redonda, como suele suceder en todos los países, puso al aniversario en la cima de la agenda política y motivó tanto nuevos actos de homenaje a las víctimas como declaraciones de las actuales figuras políticas. Sin embargo, la situación no despertó mucha expectativa en el sociólogo chileno.
“El problema es que es un lavado de cara del estilo de lo que aquí se conoce como la teoría de los dos demonios. Porque plantean que los asesinados por la dictadura también querían matar. Entonces hay un reconocimiento espurio y bastardo, porque no se termina reconociendo realmente el asesinato, muerte y tortura y el haber sido copartícipe de la ruptura del orden constitucional. Se dice sólo que se cometieron excesos y el lenguaje es muy importante en esto”, señala. “Yo creo que no hay realmente una voluntad política de hacer justicia y reparación. Sino un intento de cerrar páginas. Si bien el pecado original fue la sangre, de alguna manera esto se ha redimido con el éxito económico. Entonces para que abrir una herida cuando todos estamos de acuerdo que gracias a la dictadura Chile está en el primer mundo”.
–Usted ha planteado que eso forma parte de un mito que ha sido muy dañino para Chile.
–Claro, si Chile es el segundo o tercer país en desigualdad de América Latina. Se habla del cobre chileno cuando más de la mitad de las nuevas minas están en manos de trasnacionales. Chile vende una imagen, la marca Chile que consiste en decir que tiene más de 70 tratados de libre comercio, que está en la OCDE y por tanto es un país desarrollado, que hizo una transición modélica, que salió adelante. La gente ha comprado eso. 
–Por eso plantea que los objetivos del golpe en Chile se cumplieron.
––Claro, porque ellos refundaron el orden y construyeron un nuevo tipo de chileno. Hicieron el paso del ciudadano al consumidor. Eso significa el abandono de la democracia política en función de lo que es la economía de mercado. Eso implica un proceso que Pinochet llamó: “Yo no tengo plazos, tengo metas”. Los que se opusieron al proyecto en principio luego lo asumieron como programa propio, como pasó con la Concertación. Es lo que le permitióa la dictadura consolidar el proyecto político. Por eso hay continuidad.

TIEMPO ARGENTINO