jueves, 7 de marzo de 2013

Mala praxis en la 9 de Julio



Arboles y maltrato

Por Emilio Ruchansky
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El “corrimiento” de palos borrachos, tipas y jacarandaes, en pos del trazado del metrobús sobre la avenida de la 9 de Julio, fue analizado semanas atrás por el único arborista del país certificado por la Sociedad Internacional de Arboricultura. Se trata de un informe difundido en la web con fotos y comentarios, a cargo del ingeniero agrónomo Carlos Anaya, donde se afirma que no existieron los mentados “trasplantes” como aseguró el geólogo Francisco Inomata, al frente del operativo. “Si la época elegida para los trabajos no fue la correcta y había que hacer la obra por una cuestión de fuerza mayor (elecciones), habría que haber cuidado al máximo a los árboles y haberles aplicado un buen presupuesto para no dejar de cumplir con todas las recomendaciones del arte y la ciencia del trasplante de árboles”, evaluó.
Además de criticar la fecha de los trasplantes, que varían según la especie, pero deben ser hechos en primavera, Anaya sostuvo que los ejecutores del plan “corrieron” los árboles, más que trasplantarlos: “Así la gente se quedaba contenta al no talarse y cuando se comenzaran a secar, muchos creerían que su estado se debería al otoño, confundiéndolo con la caída de hojas de otras especies de la ciudad y antes de la llegada de la primavera y el comienzo de la floración y brotación del corredor, una vez más de noche, se irían cargando en camiones hacia el relleno sanitario”. El tamaño de los cepellones, es decir la tierra que contiene a las raíces, es inadecuado, afirmó Anaya. “El cepellón debe contener la máxima cantidad de raíces teniendo en cuenta que en un trasplante el árbol pierde aproximadamente un 90 por ciento de éstas fisiológicamente activas”, escribió. Sin embargo, las raíces fueron cortadas con motosierras y el tamaño de cepellones es pequeño: se debería calcular un radio de diez centímetros de tierra por cada centímetro de diámetro de raíz. “Ninguno de los árboles trasplantados se acerca a esa relación”, observó.
Las fotos demuestran que el radio de trasplantes de varios jacarandaes, grandes y chicos, es prácticamente el mismo. El daño producido es enorme: con menos raíces laterales o pivotantes, difícilmente se recupere el ejemplar. Estas raíces son las encargadas de llevar alimento a la copa del árbol, dice el especialista. A esto debe sumarse el descopado de la mayoría de los especies intervenidas, que limita más aún las posibilidades de una recuperación. “Esta es la peor práctica que puede recibir un árbol”, sentenció. Los preceptos de la arboristería indican que debe podarse menos del 30 por ciento de la copa, no sacarla por completo como ocurrió.
“Los cortes realizados son totalmente incorrectos: se observan desgajes, eliminación de corteza, muñones, falta de ramas laterales. Todo esto implica consumo de energía por parte del árbol estresado y menos chances de éxito”, afirmó. Esta “técnica” de poda se extiende a los árboles de casi toda la ciudad, muchas veces intervenidos sin necesidad.
Otro punto del informe versa sobre la técnica de sujeción para elevar y mover los árboles. Anaya menciona dos formas correctas: elevarlos con una parrilla basal de hierro, para no lastimar los tejidos de las ramas y tronco, o hacer un “escaloyado”, es decir, cubrir el cepellón con una estructura rígida (material desplegable y yeso). “Los han elevado, arrastrado y movido con una pala retroexcavadora”, evaluó.
El arborista también criticó el nivel de plantación de las especies en su nuevo destino, ya que deben ser plantados respetando el nivel del cuello, es decir, la zona de transición entre el tronco y las raíces. “No deben sobreenterrarse, no deben verse sus raíces en superficie”. Lo primero, advirtió, no puede comprobarse a menos que se cabe un hueco, lo segundo sí ocurrió, ya que se ven las raíces.
Anaya apuntó, entre otros problemas, la falta de compactación del suelo, una vez hecho el trasplante. “Si no se hace en el momento, con los riegos comienza el suelo a ceder, originándose agujeros con aire o bajando el árbol entero, sobreenterrándose con las negativas consecuencias del cambio de nivel.” El arborista también detectó fallas en el tamaño del hoyo de destino, que al no tener tres o cuatro veces la dimensión del cepellón, dificulta la expansión de raíces nuevas. Tampoco se emplearon “acolchados vegetales” para minimizar los riesgos post trasplantes.
“Profesionalmente me duele ver cómo la arboricultura en nuestro país retrocedió décadas. No sólo por este desastre, sino por la forma que están manejando el arbolado de nuestra ciudad con el solo objetivo de satisfacer a vecinos en pos de la seguridad (muchas podas excesivas son para colocar cámaras o más luces). Nos quedaremos sin árboles y vamos a seguir inseguros porque el problema no es el árbol. El problema es la falta de educación”, concluyó el especialista.

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