sábado, 29 de octubre de 2011

PARA NESTOR, DE ENCUENTRO EDUCATIVO B.A., A UN AÑO




UN AÑO DEL NESTORNAUTA: transmisión, relato, futuro

Hoy se cumple un año de la muerte de Néstor Kirchner y millones de argentinos nos disponemos a homenajearlo. Quienes integramos Encuentro Educativo Buenos Aires somos docentes, y por eso no podemos dejar de recordar su obra como un acto profundamente educativo. Porque, ¿qué es la educación sino la inscripción de los jóvenes en un relato que los precede? ¿qué es la educación sino la transmisión de un legado, no para conservarlo, sino para ser apropiado y enriquecido por los que llegan, para convertirse en proyecto y para habilitar el futuro? Por eso sentimos a Néstor como el mejor de nosotros.
Los jóvenes vienen siendo, sin duda, sus herederos elegidos. Y ellos, como no podría ser de otra manera, correspondieron. Nada expresa mejor esa transmisión lograda como la fusión -tan cargada de significado- que es el Néstornauta. Porque fueron ellos los que ligaron su figura con la del mítico personaje que visita el presente para reponer un relato y evitar el horror. Y son ellos los que conservan esa imagen en banderas, esténciles, remeras, tatuajes.
En el relato de Oesterheld, Juan Salvo es ese Eternauta que aparece ante un guionista de historietas -él mismo convertido en personaje- para anunciarle que la nevada mortal que cae sobre la Tierra no es la catástrofe; es su inicio: una invasión extraterrestre, que coopta voluntades para sumarlas a su proyecto, avanza sobre la tierra para aniquilar lo humano. La misión del viajero de la eternidad es clara: transmitir la historia es la única condición de posibilidad de supervivencia y de porvenir. ¿Cómo no recordar la imagen de Néstor descolgando los cuadros de los presidentes genocidas, reescribiendo así la historia que hoy, el día de la condena del Tigre Acosta y Astiz, concreta un capítulo más de verdad y de justicia?
La historieta de Oesterheld, desde su publicación, se transformó en un libro de culto entre los jóvenes. Probablemente, tuvo y tiene que ver con el formato cómics, pero seguramente también está indisolublemente vinculado con la historia que narra y con las trágicas circunstancias de la vida de su autor, Héctor Germán Oesterheld (1).
Así, el Nestornauta es un fotograma en el relato del regreso de la política. Quienes son jóvenes hoy en día nacieron entre los 80 y los 90 y crecieron bajo el signo del “que se vayan todos”. En aquel país, la inclusión juvenil sólo se tradujo en términos mercantiles: inclusión o exclusión del consumo. Hoy podemos advertir que hasta 2003 el relato que transmitimos los adultos fue el único que teníamos: el la impotencia, el de la resignación o, en el mejor de los casos, el de una esperanza que sólo podía ser utopía. Con lo mejor, pero también con lo más triste de esa palabra: la utopía nunca es inminente.
Por eso el Néstornauta es la imagen que surge paradigmática del retorno de la política como salida de la crisis social que vive una nación. Y permite volver a creer en su capacidad para modificar una situación social injusta. Es en este sentido que reivindicamos a Néstor como educador: el que educa es el que habilita un lugar en la vida pública. Y lo que vivimos desde el inicio de su gobierno hasta hoy es, ni más ni menos, que la constitución de la juventud, ya no como meros consumidores o excluidos, sino como actor político.
Del mismo modo, el Nestornauta nos recuerda que las luchas que valen la pena son siempre colectivas. Alguna vez Sandra Russo resaltaba en 678 que esta figura amalgamada representa la idea del eterno retorno de un proyecto común, de un proyecto popular que, a pesar de las batallas perdidas, “no vence con el tiempo”. En efecto, uno de los grandes méritos del kirchnerismo es haberle dado cobijo a miles de voces que deseaban un cambio y estaban dispersas y desorganizadas. Después de todo, eso es la esperanza: ese estado o sentimiento que nos presenta como posible lo que deseamos. Por eso Néstor Kirchner es, para esta generación, una figura con capacidad de hablarles y escucharlos, de interpelarlos, de hacerles lugar y de transmitirles el relato de un proyecto nacional que los involucra. Es la personificación de una voluntad de transformación que entiende que la historia la hacen los hombres colectivamente.
Del otro lado están “los ellos”, como los nombra Oesterheld en su historia, también siempre presentes. Hoy mismo, La Nación, a través de un artículo de Martin Krause, y bajo el copete “La equívoca identificación del personaje de Oesterheld con Kirchner”, coquetea con el patetismo cuando concluye que “Salvo [El Eternauta] no busca el poder. Sólo defiende su libertad individual y la de su familia “. No creemos que valga la pena discutir semejante despropósito. Como somos docentes, nos limitamos a recomendarle al autor de la nota que lea bien, que lea todo y desde el principio. Empezando por aquel inolvidable epígrafe en el que Oestreheld aclara: “El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo”.
El Eternauta vuelve para que el relato cambie la historia. Néstor sabía que no estaba llegando al poder, sino volviendo a ponerlo en manos del pueblo. Hace unos días Cristina recordaba aquella plaza del 2005: “Y un día volvimos”, dijo él. Y sigue volviendo hoy. Y seguirá volviendo cada 27 de octubre en todos nosotros. Para recordarnos que el proyecto político más generoso, el que no es neutral porque está del lado de la inclusión y la igualdad, como reafirmara hace unos días su compañera en la vida y en la historia, siempre vuelve y se quiere futuro en la ilusión de los jóvenes.

(1) En 1977 Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado y desaparecido por las Fuerzas Armadas durante la dictadura argentina en la ciudad de La Plata junto a sus cuatro hijas. Se afirma que fue asesinado en 1978 después de 8 meses de desaparición que - seguramente- implicaron cientos de horas de tortura.

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