viernes, 5 de agosto de 2011

La política debilitada

En ocasión de las últimas elecciones, el Cedop de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, dirigido por Carlos F. De Angelis, ha aprovechado la situación para producir una serie de datos de gran interés para analizar la conformación de la cultura política de la Ciudad de Buenos Aires. Encuentro Educativo.
 


Los datos recopilados por el Cedop de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA el último domingo permiten profundizar sobre la valorización que los electores tienen de los políticos y también la importancia que le asignan al voto.

 

Por Marcelo Urresti *

En ocasión de las últimas elecciones, el Cedop de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, dirigido por Carlos F. De Angelis, ha aprovechado la situación para producir una serie de datos de gran interés para analizar la conformación de la cultura política de la Ciudad de Buenos Aires. Algunos de esos datos han sido comentados por Washington Uranga y Sergio Caletti en entregas previas de este diario. En esta oportunidad, se presentan nuevos cruces de variables que permiten afinar la percepción sobre las representaciones de los porteños y postular a partir de ello algunas hipótesis para comprender sus recientes comportamientos electorales.
La política en su configuración actual está atravesada por al menos dos líneas de tensión que hacen complejo su panorama y opacan las posibilidades de su compresión: por un lado, la paradójica importancia que cobran las elecciones y, por el otro, la ambigua valoración que reciben tanto la práctica política como los actores que la protagonizan o aspiran a ingresar en su juego.
Uno de los rasgos centrales de la competencia política actual es la creciente importancia que reciben las campañas preelectorales. Esas campañas acaparan la atención de los espacios de comunicación y debate, encienden la atención del periodismo y, por el tiempo que duran, ocupan casi exclusivamente la agenda informativa. Las candidaturas y sus equipos se traban en verdaderas contiendas comunicativas en las que despliegan estrategias similares a las de los productos o las marcas en el mercado: en virtud de ellas, tratan de posicionarse y diferenciarse respecto de los otros, tratan de magnificar sus virtudes y minimizar sus defectos o debilidades, apuntan a descubrir el lado flaco de sus oponentes.
A pesar de ello, las campañas son momentos fundacionales de la política, en la medida en que reviven el interés relativamente dormido de la ciudadanía en períodos de administración. Sin embargo, el problema de las campañas es que mientras mayor es su importancia estratégica, mayor es también la indiferencia que generan en la población por la repetición y automatización que producen. Si bien es cierto que se trata del mecanismo más aceptado para que los dirigentes accedan a las instituciones rectoras de la sociedad, también lo es que a medida que la población acepta rutinariamente las reglas que la rigen, lo cual puede ser visto como un exitoso proceso de legitimación, el carisma y la mística se van perdiendo. Como suele decirse para otros ámbitos de la vida, el acostumbramiento genera la indiferencia y, en este sentido, no es casual que se multiplique la sensación de que se trata de una forma vacía, que tiene poca incidencia en los posteriores procesos de toma de decisiones a los que hará lugar, una vez que las autoridades estén consagradas.
Por otro lado, está la valorización que reciben los políticos y sus prácticas. Este constituye uno de los problemas más graves de legitimación del sistema. La política y los políticos son vistos con desconfianza por una población que toma distancia de ellos y los coloca en lugares muy negativos. Casi todos los sondeos de valoración de profesiones arrojan a políticos y sindicalistas a los grados más bajos de la escala. De igual manera, cuando se evalúa a instituciones, el Parlamento, los partidos políticos, el gobierno, despiertan niveles de confianza muy bajos.
¿Qué supone todo esto? Que las opciones “no políticas” por la política se vuelven electoralmente seductoras. Lo mismo sucede con los políticos que se presentan como parte de la “nueva política”, una fórmula mucho más retórica que real, que procura obtener los beneficios de la actividad evitando sus perjuicios. En suma, una estrategia de acumulación política que apunta a construir poder a partir de la distancia frente a la política.
Por estas dos razones es que los ciudadanos de Buenos Aires han votado mayoritariamente siguiendo a un candidato “no político” o que se presenta como miembro de la “nueva política”, aunque tenga un tiempo importante desarrollando su actividad en este ámbito. Cabe señalar que entre los votantes de Macri hay una apertura mayor a que la política reciba candidaturas de cualquiera que se quiera presentar. Es por esta misma razón que la opción política fuerte, la que fue elegida por Filmus, haya tenido que remar una situación adversa en principio, y haya obtenido su apoyo entre los sectores de jóvenes, de ciudadanos que consideran a la política algo serio y que exigen preparación de sus representantes y un alejamiento de la misma respecto del espectáculo.
Otra cuestión que está fuertemente relacionada con ésta es la que vincula el voto con la hipotética posibilidad de cambiar algo. El segundo gráfico, el de las tortas, muestra claramente cómo la visión política fuerte, la que corresponde a los votantes de Filmus, es más escéptica que la de los votantes de Macri, más ilusionados con las posibilidades de sus representantes. Esto se debe en parte a que aquellos que se ven ganadores tienden a esperar efectivamente que su voto cumpla con una acción de transformación. Esto puede postularse en sentido inverso para la opción contraria: tiende a ser más pesimista el que pierde. Pero de todas maneras, es interesante el ejercicio general de apuesta por la política: cuando las expectativas son muy altas, las posibilidades de satisfacción son más improbables y éste es otro rasgo de la política de nuestros días. El momento fundacional de la política suele identificarse con el clima de triunfalismo que despiertan las elecciones, momento de fervor que luego se mitiga con el paso lento de la gris administración, una situación que es más extendida que las elecciones y que siempre carga sobre el debe de la valoración de la política y los políticos una sombra de negatividad que deslegitima al conjunto.
Ambas cuestiones se han expresado el último domingo, en tiempos en que las apuestas políticas fuertes se enfrentan con sus propias condiciones de reproducción, donde el aura de la transformación de la realidad social se debilita y las figuras que optan por el juego no político de la política se fortalecen. El conjunto adquiere una opacidad que se vuelve más densa y que exige en toda la ciudadanía, la que hace de representante y la que hace de representada, el debate necesario para que más allá de la discusión de los gestos o las posturas, se vuelva a plantear el tipo de sociedad que se quiere construir.
* Sociólogo, investigador del Instituto Germani de la UBA.

Las expectativas sobre el voto

Los candidatos “no políticos”

 
Página12

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