Por Horacio Verbitsky
Maurizio Macrì no imita al ex primer ministro italiano, propietario de uno de los más populares clubes de fútbol e involucrado en causas penales por vínculos con la mafia. Macrì, se parece a Silvio Berlusconi. Su abuelo, el escritor, político y empresario de familia calabresa Giorgio Macrì fue uno de los fundadores del Frente del Uomo Qualunque, que tuvo un gran auge en Italia en las postrimerías de la segunda guerra mundial. En traducción literal, el Frente del Hombre Común; en versión libre, el partido de Doña Rosa. Se inició como un semanario satírico, dirigido por el dramaturgo napolitano Guglielmo Giannini y se convirtió luego en un partido político financiado por la central empresaria Cofindustria. Fue muy fuerte entre la liberación y el afianzamiento de la democracia cristiana como fuerza hegemónica, pero Giorgio ya había zarpado hacia la Argentina. Cuando los tribunales le otorgaron la tenencia de sus tres hijos, Franco, Tonino y María Pía, también les hizo cruzar el Atlántico. Aquel Frente expresó la insatisfacción de la pequeña burguesía y de sectores empresariales hacia la clase dirigente italiana. Se oponía a los partidos antifascistas que integraban el Comité de Liberación Nacional, cuya política de depuración denunciaba como guiada por motivos ideológicos y dirigida a ocultar los verdaderos problemas del país, entre los que mencionaba los altos impuestos. En las elecciones constituyentes de 1946 obtuvo más del 5 por ciento de los votos y treinta bancas. Su consigna era la antipolítica; sus temas el anticomunismo, el orden y la eficiencia; y su emblema una prensa que exprimía a un pobre tipo para que soltara hasta la última moneda. Postulaba un Estado mínimo, gestionado por técnicos. Cuando Estados Unidos acordó con el Vaticano que el partido del orden sería la democracia cristiana, el Frente perdió su sostén económico y comenzó a languidecer. De allí surgió la expresión qualunquismo, que tan bien califica a Berlusconi y a Maurizio Macrì.
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