Diputados y senadores
Por Adrián Paenza
El próximo caso es especial para diputados, senadores, funcionarios públicos, gente que toma decisiones. Les pido que lean con atención lo que sigue y verán cómo en algún momento de sus vidas se tropezaron (o se tropezarán) con un problema parecido. Acá va.
Una compañía maderera (y papelera) está muy interesada (obviamente) en talar árboles en un bosque del noroeste argentino. El área está repleta de pinos, a tal punto que después del último relevamiento de la zona se sabe que el 99 por ciento de los árboles de esa región son justamente pinos: un lugar ideal para predar el lugar. A la compañía maderera en cuestión únicamente le interesan los pinos y ya están listos para firmar un contrato con los dueños de la tierra.Los residentes de la zona y las organizaciones sociales, conocedores de lo que está por pasar, luchan para que no se tale ningún árbol. Sin embargo, como buenos conocedores de que eso no habría de prosperar (por la cantidad de dinero que hay en juego), están dispuestos a hacer algunas concesiones. Para eso, presionan a los funcionarios públicos que tienen la obligación de regular esa área y logran que se incorpore al contrato una cláusula que impone algunas restricciones.
En un gesto que resulta curioso, es la propia maderera la que envía el texto de la cláusula que termina siendo aceptada y, más aún, votada por la abrumadora mayoría de los legisladores, quienes encerrados entre la oferta de la empresa y el reclamo popular encontraron finalmente una vía de solución.
Justamente le pido (a usted) que ahora lea con cuidado el siguiente texto: “Se permite a la maderera ‘tal y cual’ proceder a la poda de pinos únicamente. Habida cuenta de que a la firma del contrato, el número de pinos del área representa el 99 por ciento del total de árboles, la empresa tendrá 60 días para realizar su tarea y, al finalizar la poda, la cantidad de pinos remanentes tendrán que representar el 90 por ciento del total de árboles de la zona en discusión”.
Con esta cláusula, todo el mundo quedó satisfecho. Los pobladores y referentes sociales, si bien no habían logrado que la región resultara intocable, entendieron que reducir de un 99 por ciento a un 90 por ciento no parecía un episodio tan grave. Y lo mismo sucedió entre los funcionarios que la terminaron aprobando casi por unanimidad. Ni qué hablar de la maderera.
¿Qué pasó cuando terminó la poda? Pasó que se armó un escándalo increíble, con tomas de ruta, quemas de neumáticos, funcionarios acusados de corrupción, escraches públicos, solicitadas en los diarios denunciando atropellos/abusos y violaciones al contrato firmado a los dueños de la compañía. En definitiva, un desastre.
¿Por qué? ¿No era que el contrato estipulaba que al finalizar la poda los pinos tenían que representar el 90 por ciento del total de árboles de la zona? ¿Cuántos pinos terminó llevándose la compañía? Si el contrato se respetó, ¿qué fue lo que funcionó mal?
Antes de sacar conclusiones, le propongo que hagamos algunas cuentas y después revisamos quién tiene/tenía razón.
Caso testigo
Supongamos que en el bosque hubiera cien árboles nada más. Entonces, como se sabe que el 99 por ciento son pinos, eso quiere decir que 99 de los cien árboles son pinos. En todo caso, solamente uno es un “no pino” (por ponerle algún nombre). Lo que queremos hacer es calcular cuántos pinos se llevó la maderera.Lo que sabemos seguro es que el único árbol que no era un pino tiene que estar entre los que no se llevó la compañía. Pero (y acá le pido que me preste atención) la diferencia está en que mientras ese único árbol representaba el uno por ciento del total de árboles antes de la poda, una vez finalizada, ese único árbol, ahora tiene que representar el 10 por ciento de los que quedaron.
¿Y cuál tiene que ser el total de árboles que quedaron para que un árbol constituya el 10 por ciento? ¿Cuántos árboles tiene que haber para que uno sea el 10 por ciento del total?
Sí, la respuesta que usted pensó es correcta: uno es el 10 por ciento de 10. O sea, luego de la poda, el total de árboles se redujo a ¡diez! Por lo tanto, la compañía maderera se llevó ¡90 pinos! de los 99 que había al principio.
O sea, ¡nadie violó ningún contrato! Lo que pasó es que haberles permitido podar los pinos que había (99) hasta reducir la cantidad de manera de que después de la poda represente el 90 por ciento del total de árboles que quedaron, le permitió a la empresa llevarse 90 de los 99 pinos que había. ¡Y nadie puede reclamar nada! O mejor dicho, sí, hay mucho para reclamar: ¡hay que saber hacer las cuentas antes! Hay que saber leer las cláusulas que involucran porcentajes bien explícitos porque una sociedad no bien educada puede –en principio– ignorar el daño al que se está sometiendo.
Las compañías (madereras o no), no ignoran esto. Y ya no me estoy refiriendo a la letra chica de un convenio. No. Me refiero a algo mucho más evidente y flagrante: es la propia letra del contrato la que fue firmada.
Está claro que el ejemplo es ficticio. En el recuadro se explica que lo mismo sucedería en el caso general, cuando el total de árboles no sean cien: vale siempre, en la medida en que se respeten los porcentajes indicados.
Pero lo que no nos debería pasar es creer que porque –en apariencia– reducir de un 99 por ciento a un 90 por ciento no es tan grave, todo termine en el desastre que se quería evitar. No hubo engaño: hubo ignorancia. Y a eso sí que no tenemos derecho.
* La esencia de este problema fue ideada por dos matemáticos: Sergio Yuhjtman y Cristian Czubara. Sin ellos, este artículo no hubiera existido. Todo el crédito les corresponde a ellos.
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