Cuatro consultores analizan las razones por las que la gestión de Macri ya revocó más de cien leyes
Los analistas políticos consultados estiman que no hay una estrategia detrás del recurso de Macri a vetar leyes, incluso las votadas por el bloque PRO, sino que la opción revela una “fuerte centralización” y un liderazgo que excluye los consensos.
Mauricio Macri lleva 91 vetos firmados y otra decena fue avalada por sus eventuales reemplazantes.
Un liderazgo sin construcción de consensos; un estilo de gestión con fuerte centralización en el Ejecutivo; una muestra de ejercicio de la autoridad y la decisión. Página/12 dialogó con consultores y analistas políticos para saber por qué el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, vetó, en lo que va del mes, 13 leyes sancionadas por la Legislatura, el 90 por ciento votadas por sus propios legisladores e incluso varias presentadas por integrantes del bloque PRO. La consultora Doris Capurro y los analistas Hugo Haime y Ricardo Rouvier coincidieron en que, si bien los numerosos decretos que salieron entre diciembre y enero con el objetivo de dar de baja distintas iniciativas legislativas no forman parte de una estrategia, sí dan cuenta de la construcción de un tipo especial de liderazgo y un estilo particular de gestión. En cambio, Sergio Berenstein, de Poliarquía, consideró que los vetos forman parte de la dinámica institucional del país. Ninguno de los especialistas consultados consideró que los vetos puedan impactar sobre la imagen de Macri, ni sobre los niveles de adhesión a su gestión.
Los vetos del gobierno de Macri, desde el 10 de julio de 2007 hasta hoy, llegan a 101. De ellos, 91 fueron firmados por el propio jefe de Gobierno y el resto, quienes ocuparon la vicejefatura durante sus ausencias. Debido al alto número de leyes que se aprueban en las últimas sesiones del año, los meses de enero y febrero son los más proclives a los vetos. En enero de 2010, con 17 vetos, Macri batió el record de los jefes de gobierno en el uso de ese recurso que le da la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. A punto de comenzar su segundo mandato, Macri se encuentra a dos vetos de alcanzar al ex jefe de Gobierno y actual legislador, Aníbal Ibarra, quien se fue de su gestión en marzo de 2006 con 93 vetos.Una ley que regulaba la compra y la instalación de videocámaras; la creación de la carrera de técnico superior en emergencia médica; una ley que encomendaba el uso del sistema Braille en las planillas de los trámites administrativos porteños; la creación de un comité contra la tortura y otro de seguimiento de la seguridad pública; la creación de un registro de ex presos políticos; un sistema de becas para estudiantes secundarios; una oficina contra la trata de personas; la convocatoria a foros de seguridad pública. Esos son algunos de los proyectos legislativos –los dos últimos, promovidos por dos legisladores de su bloque– vetados a lo largo de la gestión de Macri. ¿Por qué?
“Por un lado –respondió Doris Capurro– es un acto de autoridad, que aunque va a contramano del mandato institucional de que debería haber pocos vetos, tiene un valor positivo en el ejercicio de la autoridad que sí es demandado por la dirigencia política. Es decir que hay dos miradas: una donde la ciudadanía quiere lo políticamente correcto, que implica que no haya decisiones arbitrarias, y a la vez una mirada de admiración al ejercicio de la autoridad y la decisión.”
“Poca fe”
Para Ricardo Rouvier, en cambio, el exceso en el uso de la facultad que tiene el Ejecutivo para vetar muestra un estilo de gobierno más que un tipo de liderazgo. “La característica general de los vetos de Macri es que corresponden a un estilo de gobierno en el cual quien está al frente del gobierno tiene poca fe en el debate legislativo y no se siente respaldado del todo por su bloque. Es la misma poca fe que muestra tener con las comunas”, afirmó el consultor. Para caracterizar el “estilo de gobierno” de Macri, Rouvier fue sintético: “Fuerte centralización en el Ejecutivo”, aseguró. “Tiene mucha más fe en su decisión que en el papel que puede cumplir el debate”, agregó.
Hugo Haime, por su parte, consideró que el uso de la herramienta constitucional del veto da cuenta de un estilo de gobierno a la vez que de un tipo de liderazgo. “Hay una forma de Macri de pensar las cosas, y él está dispuesto a llevarlo adelante. Un ejemplo claro de esto es el aumento de la tarifa del subte en más del ciento por ciento sin aumentos intermedios. Es un estilo de gestión que la gente avala”, aseguró. “Se juntan los equipos, se toma la decisión: no hay una discusión antes”, agregó. Para Haime, en esa forma de decidir hay una manera de construir liderazgo que excluye la formación de consensos. Sin embargo, según el analista, esta forma no sería exclusiva del macrismo: “En la Argentina, ¿qué liderazgo construye consensos?”, se preguntó Haime.
Consultado por este diario, Berenstein consideró que el uso frecuente de los vetos es “una dinámica institucional” de escala nacional, y por lo tanto “es irrelevante quién lo hace”. “Es bastante común que en el Parlamento haya una dinámica autónoma y después el Ejecutivo termine ejerciendo un veto por una cuestión de razones no previstas en el ámbito legislativo, que es una esfera bastante autocontenida y que, a diferencia del Ejecutivo, tiene poca apertura a los actores sociales”, explicó.
Cuestión de imagen
Todos los analistas coincidieron en que el record de vetos de Macri no afectará sobre su nivel de adhesión, su imagen positiva, ni la evaluación de su gestión. “En general, uno no esperaría que tenga ningún impacto. Los temas institucionales, tanto a nivel nacional como local, tienen bajo nivel de resonancia. Le importan sólo a un público superinformado, ‘el circulo rojo’, pero no tiene eco en el gran público”, aseguró Berenstein.
De acuerdo con los análisis de Capurro, Macri tuvo un momento histórico de aceptación y aprobación de su gestión e imagen positiva en julio de 2011. “A partir de ese momento, Macri sufre un sostenido descenso, con lo cual tiene un volumen de adhesión estabilizado en torno de los niveles históricos. Este descenso no es atribuible a los vetos, porque hasta que los mismos no sean vividos o experimentados, no impactan en la esfera pública sino que rebotan en una esfera más política e institucional”, aseguró la consultora.
“La gente evalúa a sus gobernantes por la gestión”, aseguró Haime acerca del posible impacto de los vetos. “Macri tiene un piso de 40 puntos, y los niveles de adhesión andan por ahí. Las cosas que repercutan en su imagen van a ser los grandes temas de la ciudad, como el subte. Los temas legislativos no pesan en la formación de opinión”, agregó.
Rouvier consideró que el nivel de impacto de los vetos sobre la imagen de Macri será muy bajo, aunque su detectó una “contradicción” con el discurso público del líder en torno de la institucionalidad. “Macri debe saber, a través de mediciones, que el costo es mínimo. A partir de los vetos, muestra un desacuerdo y una decisión ejecutiva muy fuerte, que es contradictoria con lo que él le reclama al gobierno nacional. Les dice que el Parlamento es una escribanía y termina efectuando un abuso del veto que Cristina (Fernández) no ejerce.”
Informe: Sol Prieto.
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