lunes, 17 de septiembre de 2012

Espiritualidad y política



Por Andrés Ruggeri *

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Que Mauricio Macri haya declarado, en Expoespíritu, que es partidario de “una política con espiritualidad” puede mover a risa o indignación para quien conoce las implicancias concretas de las políticas que el PRO lleva adelante en educación, vivienda, el tratamiento de los espacios públicos, salud, etc. Sin embargo, no parece ser así para decenas de miles de personas que pasaron por la megamuestra auspiciada por la controvertida fundación El Arte de Vivir y que el gobierno porteño intentó capitalizar, acompañado del acostumbrado blindaje mediático.
No es de extrañar si pensamos en la cantidad de ejemplares que los libros referidos a estos temas venden, siempre a la cabeza de las listas de best-sellers. Una supuesta “filosofía oriental” vincula la búsqueda de paz interior, el “sentirse bien con uno mismo”, con la ausencia de culpa o, al contrario, el logro de la prosperidad material. Un enorme desconocimiento de la misteriosa entelequia llamada Oriente, donde primaría la espiritualidad y el misticismo y un milenario saber que, curiosamente y a contramano del ascetismo de sadhus y bonzos, se combina con una revisión del mito capitalista del self-made man. Y, en medio de todo esto, un personaje aparece como estrella y santificador (valga la redundancia) de esta visión: el gurú indio Sri Sri Ravi Shankar.
El sociólogo Gabriel Puricelli apuntó acertadamente la poco conocida conexión del gurú estrella con el partido Bharatiya Janata, expresión política de la derecha religiosa hindú. La relación parece transparente entre ambas derechas, aunque Puricelli señala que la finalidad de la presencia de Ravi Shankar aquí, a través de su fundación, obedece antes que nada a un propósito comercial, lo cual suena bastante lógico. El cuestionamiento es, entonces, al uso que el macrismo intenta dar al hecho y el ocultamiento y tergiversación de la significancia y trayectoria del gurú. A su vez, Pablo Semán, en una nota publicada en este diario, se explaya sobre el significado que las clases medias y acomodadas locales dan a esta vuelta de tuerca de la New Age. Lo que el macrismo logró hacer es una inverosímil síntesis política de lo que parecía imposible de conectar. Habrá que ver hasta dónde consiguieron ser exitosos.
Sin embargo ¿se trata simplemente de una derecha religiosa con implicancias mercantiles o nos encontramos con un fenómeno más profundo? Para entender las implicancias de la vinculación de Ravi Shankar con el movimiento BJP y sus organizaciones madre (aquellas vinculadas con el nacionalismo religioso hindú que se cobrara la vida de Gandhi y protagoniza hasta el día de hoy masacres de musulmanes), hay que puntualizar algunas cosas que los cultores de la espiritualidad, y con ellos miles de turistas occidentales que dejan muchos billetes en los ashrams de la India, no conocen o eligen no conocer.
La religión hindú no es simplemente una religión más espiritual que las occidentales. Como toda religión, es una interpretación del mundo y de la sociedad en la que nace y se desarrolla históricamente y, además, representa una matriz cultural que tiende o intenta consolidar determinada estructuración de la sociedad, como lo hizo la Iglesia Católica en Occidente durante siglos. Así como aquella iglesia del Medioevo santificaba y convertía en inmutable el orden feudal (y la contemporánea se aferra a la trinchera del control de la vida privada a través del mantenimiento de su visión de la familia patriarcal tradicional como la única posible), la religión hindú oculta, tras la máscara espiritual que el turista o el espiritualista occidental quiere ver como su única faceta, la justificación cultural de una de las más retrógradas y conservadoras estructuras de clases: la sociedad de castas.
De hecho, el eje de la política de la India consiste en la lucha entre dos grandes bloques: los partidos laicos, desde el viejo partido del Congreso de Gandhi y Nehru hasta la izquierda comunista, por un lado, y el llamado comunalismo, el nacionalismo religioso hindú expresado por el Janata, el movimiento con el que se vincula a Shankar. Si bien los dos bloques, en la práctica, coinciden en la actualidad en la defensa de la economía de mercado, el nacionalismo religioso defiende la existencia de las castas y hace de la identidad hinduista una identidad nacional excluyente en un país multiétnico y multirreligioso. Podemos incluso interpretar la historia de la India en los últimos tres milenios a través de las distintas rupturas políticas y religiosas que intentaron acabar con la presencia de las castas, desde el budismo hasta la irrupción del Islam y, durante la lucha anticolonial, el movimiento encabezado por Mahatma Gandhi. Es poco conocido que uno de los puntos clave del programa de Gandhi, además de la no violencia, que era antes que nada una estrategia política (Gandhi mismo sostuvo que no se podía triunfar militarmente ante un Imperio que ya había demostrado repetidas veces su poderío con las armas) y no una filosofía, era la erradicación de las castas y la convivencia de las diferentes religiones.
No es esto lo que defiende el BJP y mucho menos las organizaciones violentas y radicales que patrocinan en la India a gurúes como Sri Sri Ravi Shankar. Al contrario, las masacres de musulmanes (una minoría que, en un país superpoblado, tiene 150 millones de fieles) y el asesinato político han sido sus metodologías habituales. La extrema miseria de las clases populares de la India, que horroriza a cualquiera que visite ese país y logre ver lo que tiene ante sus ojos y que ningún gurú que vive de los turistas le va a mostrar, tiene estrecha relación con el efecto ideológico paralizante del hinduismo conservador, para el cual la posición que cada uno tiene en la sociedad responde al premio o al castigo por su conducta en anteriores reencarnaciones.
Nada de esto implica desconocer la real y verdadera existencia de una filosofía vinculada con el hinduismo, que tiene profundas raíces históricas y culturales en la India y en otras partes de Asia, ni las bondades de algunas de sus técnicas de meditación y ejercitación. Pero el uso político de ese aspecto adaptado al formato mercantil apto para la venta como producto a las clases acomodadas porteñas oculta intencionadamente estas conexiones.
De todos modos, a la gran mayoría de los miles de cultores de lo espiritualidad interior y la prosperidad exterior que fueron a meditar con Sri Sri Ravi Shankar, las masacres de musulmanes y las miserias de los intocables de la India parecen importarles tan poco como los internos del Borda, los despidos de docentes porteños o las palizas de indigentes de la UCEP.
* Antropólogo.

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