lunes, 10 de septiembre de 2012

Los límites del discurso esquizoide de Macri




Por Alejandro Horowicz.

 Es posible detestar el uso que la presidenta hace de la cadena nacional, es posible apagar el televisor o hacer zapping, y también es posible disfrutar de sus irónicos decires. Algo resulta imposible: ignorar quién manda. Esto lo saben por igual Paolo Rocca y el intendente de Cutral Co, la prensa comercial concentrada y Hermes Binner. 



Por eso, cuando el presidente de Techint envía una carta a Cristina Fernández para delimitarse de una “operación política”, hace dos cosas: reconocer quién timonea el gobierno y poner en valor sin intermediarios su “diferencia”. 
Para Rocca los obreros argentinos son caros o el dólar es barato. Si la paridad cambiaria pegara el inverosímil salto del 100%, si el dólar cotizara muy próximo a los 10 pesos, su relación con el gobierno sería más amable. Esa no es la política monetaria del gobierno.
Reducir el salario real en dólares por otra vía, bajando los salarios nominales, supone derrocar el gobierno; Elisa Carrió lo sostuvo hasta desintegrarse, pero esa posibilidad remite al terreno alucinatorio, aunque engarce con algún editorial de La Nación.
Mientras tanto, la presidenta alcanza una imagen positiva del 62,1%, Mauricio Macri registra una del 30,1, pero si se descuenta la negativa Cristina cae hasta el 55,8; y Mauricio se derrumba hasta el menos 7 (leyó bien, número negativo), según la consultora Equis. La encuesta de Artemio López admite que el 69,2% considera que la oposición no posee un proyecto político alternativo. Si las elecciones fueran hoy, la presidenta obtendría el 55,8% de los votos, Hermes Binner seguiría con el 13,4, y Macri sería tercero con el 9,2 por ciento. 
Las proximidades y distancias entre el ingeniero civil, líder deportivo y desafinado fanático de Queen y el ex candidato presidencial socialista deben leerse a la luz de estas cifras. Por eso las ilusiones de unidad duraron un suspiro. Binner aclaró que con Mauricio tienen "visiones diferentes". El jefe de gobierno porteño no le perdonó que sólo “una dictadura, una guerra o una invasión” a la Argentina podría hacerlos coincidir. Y en lugar de respirar y cerrar los ojos, siguiendo las enseñanzas de Ravi Shankar, Macri retrucó exigiendo que "no vote cada disparate que plantea el kirchnerismo".
Rechazar a Macri no le impidió a Binner, días antes, mostrarse junto a Ricardo Alfonsín, y no casualmente descartó poner como límite una alianza con el PRO, durante ese contacto. El colorado De Narváez fue socio de la UCR, en la catástrofe de 2011, y casi nadie ignora que si Macri fuera candidato en el 2015 el dirigente del duhaldismo residual lo apoyaría. Binner dijo más de lo que debiera, ya que restablecer el quebrado acuerdo con el radicalismo – él sería ahora el indiscutido número 1– no está tan lejos de una tradicional construcción conservadora. Y Macri no es otra cosa que una versión new age de la misma cantera.
Una pregunta no debe esquivarse: ¿por qué creció tanto la imagen negativa del jefe PRO? Antes la distancia geográfica facilitaba la identificación. Sus modos “antipolíticos”, dirigidos al segmento menos dinámico del electorado, lo impulsaban hacia arriba en las encuestas. Dejó de suceder. Entonces, el presidente de la Suprema Corte de Justicia resolvió sorpresivamente no participar del megaencuentro espiritual encabezado por Shankar. Sólo a última hora informaron que Ricardo Lorenzetti había desistido de dictar una conferencia sobre “El amor a la tierra”. El destacado jurista viene de cruzar espadas con la Iglesia Católica, con motivo del nuevo Código Civil. Es decir, defendió una política de Estado que permite que lo privado, las relaciones entre adultos, se resuelva sin intromisión de nadie, suficiente para que el episcopado muestre las garras. 
Es preciso admitir que la gestión PRO comienza a pesar negativamente sobre la imagen pública de Macri. Por un lado, examinemos qué aporta y qué resta en política electoral la new age: se trata de un nicho cerrado que choca con otros nichos más tradicionales. Por el otro, es evidente que  el caso del transporte público, de los paros remediables del subte, y de la incapacidad manifiesta –ojo, no sólo del PRO, sino de todos los gobiernos capitalinos desde 1983– por ampliar, mejorar y modernizar la infraestructura de transporte, terminó por serruchar la imagen positiva de Mauricio. 
A Macri recostarse sobre la agenda de los medios, con los instrumentos bostiferantes habituales que estos utilizan (la última tapa de Noticias es una cumbre insuperable) y hacer la plancha en todo lo demás, dejó de dar resultado. Cuando el 69,2% de los encuestados registra que la oposición carece de programa de gobierno alternativo, las demás cifras se vuelven irrelevantes. Y ese es el problema: la oposición carece de punto de recomposición, y por tanto de eficacia electoral. La sociedad lo percibe, y revaloriza indirectamente la acción oficial. Al menos, pareciera que ese terminó siendo el argumento que dio vuelta la tendencia expansiva del macrismo, sin olvidar sus desajustes “menores”. 
Luego de que el gobierno capitalino separara a seis docentes por permitir que alumnos lo parodiaran, Macri aseguró que quiere “una Argentina de paz, de diálogo y de acuerdos, donde se respete al que piensa distinto”. Y consideró que en la actualidad se avanza, en cambio, hacia profundizar “este proceso de chavización al que nos está llevando el kirchnerismo”. Ese discurso esquizoide tiene límites intraspasables. Eso sí, con jóvenes de 16 años no funciona. Esteban Bullrich pidió en igual sintonía que “dejemos de usar a los chicos con fines electorales, hay que darles una herramienta educativa decente”, tras instalar el 0800 para buchonear militantes; sólo le faltó aclarar que después de todo se trata de subversivos. Fito Páez, que oído tiene, escuchó afinadamente, por eso sostuvo que durante la dictadura esa dirección política habría entregado gente. La réplica del PRO fue puramente judicial, y por tanto muy débil. La diputada Gabriela Michetti sostuvo igual que Bullrich: “No estamos de acuerdo con los objetivos partidarios que esconde la propuesta” para votantes de 16 años. Ni la juventud del PRO piensa así. No es poco decir.
Por su parte, el plenario del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes  recomendó al gobierno de Macri y a la Legislatura que elaboren un reglamento para la aplicación del aborto no punible, en casos de violación de menores. Explican que las jóvenes están en condiciones de dar su consentimiento para la intervención, en hospitales públicos. Antes el macrismo había votado en la Comisión de Salud de la Legislatura cajonear la discusión. El máximo tribunal no estableció la edad mínima. Y ese vacío legal pone en riesgo a las menores de dieciocho. 
Restan los incidentes judiciales del PRO. La jueza de Trabajo del Tribunal 9 dispuso suspender la aplicación de la medida del gobierno porteño, donde se prohibía la realización de asambleas gremiales. La prohibición rechazada por la doctora Lilia Funes Montes regía para la administración comunal durante horarios de trabajo, y no tenía más objeto que trabar la organización sindical de los empleados públicos. Por último, la Sala I de la Cámara Federal porteña negó otro pedido del ex espía de la SIDE Ciro James, que había solicitado que se ordenaran nuevas pericias sobre el llamado anónimo que originó su procesamiento; la Cámara, al negarse, despejó así el camino para que el juez federal Norberto Oyarbide eleve a  instancia oral y pública la meneada causa. La suerte está echada y salvo que el impacto de Ravi Shankar termine por rehacerlo todo, Macri acabará sentando en el banquillo de los acusados. Entonces, la igualdad ante la ley se aproximará un poquito a la teoría jurídica.  

TIEMPO ARGENTINO

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