Nada fue espontáneo ni resultado de una acción casual. Se premeditó el daño. Las consecuencias de los actos fueron las deseadas, afinando la mira, como un francotirador artero para dar el golpe final.
El gobierno peronista había cambiado el rumbo de la historia, había industrializado la nación e incorporado a los trabajadores. La oligarquía y el resto de los partidos políticos (juntos en una oposición sistemática) y los militares pertenecientes a la línea fusiladora y clasista histórica Mayo/Caseros no podían permitir que continuara un gobierno que defendía un único interés: el del pueblo.
El gobierno peronista había cambiado el rumbo de la historia, había industrializado la nación e incorporado a los trabajadores. La oligarquía y el resto de los partidos políticos (juntos en una oposición sistemática) y los militares pertenecientes a la línea fusiladora y clasista histórica Mayo/Caseros no podían permitir que continuara un gobierno que defendía un único interés: el del pueblo.
La insurrección. El 28 de septiembre de 1951, el general Benjamín Menéndez, el brigadier Samuel Guaycoechea y el vicealmirante Vicente Baroja, con políticos opositores, proyectaban quedarse con el poder. Para eso tomaron el regimiento de tanques con asiento en Campo de Mayo, con la mayoría de sus oficiales y capitanes de la Escuela de Guerra y Técnica. Destacado en la puerta por la que podría llegar Perón, estaba el capitán Alejandro Agustín Lanusse (con el mismo propósito de años después: terminar con Perón).
Los suboficiales enfrentaron a la oficialidad impidiéndoles concretar el intento golpista: Marcelino Sánchez fue el héroe de la jornada; en sus brazos falleció el cabo Fariña, única baja sufrida, víctima de las balas golpistas.
Los suboficiales enfrentaron a la oficialidad impidiéndoles concretar el intento golpista: Marcelino Sánchez fue el héroe de la jornada; en sus brazos falleció el cabo Fariña, única baja sufrida, víctima de las balas golpistas.
El asesinato. El 3 de febrero de 1952, el coronel retirado José Francisco Suárez había comenzado a formar un operativo comando: la logia “Sol de Mayo”, con 450 militares y políticos opositores, con intención de tomar la Casa Rosada, el Correo Central y el Departamento Central de la Policía Federal. Su principal objetivo era asesinar a Perón y Evita en la residencia presidencial de la avenida Libertador. Habían elegido el 3 de febrero para hacer coincidir el golpe con el centenario de la batalla de Caseros, coherentes con una línea histórica y fusiladora. Descubiertos, el coronel Suárez fue condenado a prisión. En septiembre de 1955 fue puesto en libertad y devuelto su grado. Más tarde fue ascendido a general.
El atentado terrorista. El 15 de abril de 1953, el general Perón hablaba al pueblo, desde el balcón de la Casa de Gobierno, contra el agio y la especulación de la oligarquía.
Arturo Mathov, Roque Carranza y Carlos Alberto González Dogliotti se reunían con el fin de armar tres bombas de diferente poder destructivo. La más pequeña tenía 30 cartuchos de gelinita y fue destinada al Hotel Mayo (Defensa e Hipólito Yrigoyen). Otra, algo más potente (50 cartuchos), fue colocada en el 8º piso del nuevo Banco Italiano. La última, con 100 cartuchos, fue para la estación Plaza de Mayo de la Línea A del subte. La bomba del hotel causó graves daños y destrozos. La colocada en la estación de subtes dejó 6 víctimas fatales, 93 heridos y 19 lisiados permanentes.
Al radical Roque Carranza, Arturo Illia lo designó en la secretaría general del Consejo Nacional de Desarrollo. El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín lo puso frente al Ministerio de Obras Públicas; el 25 de mayo de 1985 pasó a ser el titular de Defensa. Desde el 29 de diciembre de 1987, su nombre es el de la estación del subte D, sustituyendo al de General Savio, ¿será en homenaje al atentado?
Arturo Mathov, Roque Carranza y Carlos Alberto González Dogliotti se reunían con el fin de armar tres bombas de diferente poder destructivo. La más pequeña tenía 30 cartuchos de gelinita y fue destinada al Hotel Mayo (Defensa e Hipólito Yrigoyen). Otra, algo más potente (50 cartuchos), fue colocada en el 8º piso del nuevo Banco Italiano. La última, con 100 cartuchos, fue para la estación Plaza de Mayo de la Línea A del subte. La bomba del hotel causó graves daños y destrozos. La colocada en la estación de subtes dejó 6 víctimas fatales, 93 heridos y 19 lisiados permanentes.
Al radical Roque Carranza, Arturo Illia lo designó en la secretaría general del Consejo Nacional de Desarrollo. El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín lo puso frente al Ministerio de Obras Públicas; el 25 de mayo de 1985 pasó a ser el titular de Defensa. Desde el 29 de diciembre de 1987, su nombre es el de la estación del subte D, sustituyendo al de General Savio, ¿será en homenaje al atentado?
El día que a Jesús le robaron el día. Cuenta Salvador Ferla que el calendario litúrgico del jueves 9 de junio de 1955 señalaba Corpus Christi. Y que el comando eclesiástico (con los monseñores Manuel Tato y Ramón Nova a la cabeza), alteró una tradición de siglos transfiriendo la celebración al sábado 11. Pensaban en grande: una categórica manifestación de repudio al gobierno. El papel de pivote en la lucha contra Perón, que durante 10 años había cumplido sin resultado el radicalismo, pasaba a desempeñarlo la Iglesia Católica. Querían conmover los cimientos del régimen dándole popularidad a la conspiración y reconstruyendo la Unión Democrática del ’45.
Jesús suplía a mister Braden en el papel de aliado todopoderoso. Un verdadero hallazgo: detrás de Braden, el imperio yanqui; detrás de Jesús, el reino de los cielos.
Jesús suplía a mister Braden en el papel de aliado todopoderoso. Un verdadero hallazgo: detrás de Braden, el imperio yanqui; detrás de Jesús, el reino de los cielos.
Bombardeo y ametrallamiento aéreo. A las 12.40 del 16 de junio de 1955 se lanzó la primera bomba sobre la Casa Rosada. El bombardeo criminal de los sublevados lanzaría catorce toneladas de explosivos. También, en oleadas sucesivas, bombardearían a la población civil de los alrededores de la Plaza y apuntarían sobre otros blancos estratégicos (la Policía Federal, la sede de la CGT y la residencia presidencial) para sembrar terror y dejar preparado el camino al golpe final.
Uno de esos aviadores, piloto civil, fue Miguel Ángel Zabala Ortiz, quien pasado el bombardeo voló a Montevideo pidiendo asilo político. Fue premiado por Arturo Illia como ministro de Relaciones Exteriores, y encargado de frustrar el primer intento de retorno de Perón a la patria en diciembre de 1964 al exigir al gobierno brasileño que impidiera la partida del avión desde el aeropuerto de Río de Janeiro.
La Alianza impuso su nombre a la plazoleta ubicada en la avenida Leandro N. Alem, entre Reconquista y Ricardo Rojas (una de las rutas de los aviones golpistas), juntamente con el emplazamiento de un busto que lo recuerda.
Uno de esos aviadores, piloto civil, fue Miguel Ángel Zabala Ortiz, quien pasado el bombardeo voló a Montevideo pidiendo asilo político. Fue premiado por Arturo Illia como ministro de Relaciones Exteriores, y encargado de frustrar el primer intento de retorno de Perón a la patria en diciembre de 1964 al exigir al gobierno brasileño que impidiera la partida del avión desde el aeropuerto de Río de Janeiro.
La Alianza impuso su nombre a la plazoleta ubicada en la avenida Leandro N. Alem, entre Reconquista y Ricardo Rojas (una de las rutas de los aviones golpistas), juntamente con el emplazamiento de un busto que lo recuerda.
Y a la traición la llamaron Revolución Libertadora. El general Eduardo Lonardi tenía contactos en la guarnición de Córdoba, cuya oficialidad joven se plegaría al golpe. Conversó con los marinos y fijó el 16 de septiembre para tomar por asalto la Escuela de Artillería de Córdoba y provocar una situación que uniera a los demás golpistas.
Las tropas leales no pudieron sofocarlo, pero el levantamiento no consiguió extenderse ya que la mayoría del Ejército procuraba no intervenir.
Viendo esto, la Marina se movilizó contra Perón. Sus naves bloquearon Buenos Aires y amenazaron con atacar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud, como ya habían hecho con los de Mar del Plata.
Antes de la hora señalada como ultimátum por la Marina, el ministro de Guerra, general Lucero, pidió parlamentar, llevó una carta en la que Perón solicitaba al Ejército la negociación de un acuerdo. La carta daba poder a un grupo de generales “leales” a parlamentar con los golpistas. Pero ese rejunte de generales consideró la carta como una renuncia de Perón y negoció con el grupo revolucionario. Ante esta situación, el 20 de septiembre Perón se refugió en la embajada del Paraguay e inició su largo exilio.
Lonardi, en su carácter de jefe del golpe que él mismo llamó “Revolución Libertadora”, asumió como presidente provisional el 23 de septiembre de 1955. Pero pronto apareció la verdadera intención golpista. Lonardi fue reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas como vicepresidente, afianzando los sectores autoritarios. El Partido Peronista fue declarado ilegal y Perón fue proscripto. La junta consultiva nacional, integrada por todos los demás partidos políticos, avaló la acción de los denominados “comandos civiles” que cazaban peronistas. Y el país entró en su primer acuerdo con el FMI de la mano de Raúl Prebisch, iniciando el camino hacia el neoliberalismo.
Entre el 9 y el 12 de junio de 1956 se simularon fusilamientos y se mató por la espalda. La dictadura de Aramburu y Rojas reaccionó así contra el intento encabezado por los generales Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Framini y Cabo para restaurar la soberanía popular: fueron asesinados 32 patriotas, iniciando así el camino de las dictaduras genocidas.
Todavía resuena, doloroso en todos los oídos, el grito del almirante Arturo Rial ante dirigentes obreros: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país, el hijo de barrendero muera barrendero”. A la traición, ellos la llamaron “libertadora”; el pueblo la recuerda como “fusiladora”.
Las tropas leales no pudieron sofocarlo, pero el levantamiento no consiguió extenderse ya que la mayoría del Ejército procuraba no intervenir.
Viendo esto, la Marina se movilizó contra Perón. Sus naves bloquearon Buenos Aires y amenazaron con atacar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud, como ya habían hecho con los de Mar del Plata.
Antes de la hora señalada como ultimátum por la Marina, el ministro de Guerra, general Lucero, pidió parlamentar, llevó una carta en la que Perón solicitaba al Ejército la negociación de un acuerdo. La carta daba poder a un grupo de generales “leales” a parlamentar con los golpistas. Pero ese rejunte de generales consideró la carta como una renuncia de Perón y negoció con el grupo revolucionario. Ante esta situación, el 20 de septiembre Perón se refugió en la embajada del Paraguay e inició su largo exilio.
Lonardi, en su carácter de jefe del golpe que él mismo llamó “Revolución Libertadora”, asumió como presidente provisional el 23 de septiembre de 1955. Pero pronto apareció la verdadera intención golpista. Lonardi fue reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas como vicepresidente, afianzando los sectores autoritarios. El Partido Peronista fue declarado ilegal y Perón fue proscripto. La junta consultiva nacional, integrada por todos los demás partidos políticos, avaló la acción de los denominados “comandos civiles” que cazaban peronistas. Y el país entró en su primer acuerdo con el FMI de la mano de Raúl Prebisch, iniciando el camino hacia el neoliberalismo.
Entre el 9 y el 12 de junio de 1956 se simularon fusilamientos y se mató por la espalda. La dictadura de Aramburu y Rojas reaccionó así contra el intento encabezado por los generales Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Framini y Cabo para restaurar la soberanía popular: fueron asesinados 32 patriotas, iniciando así el camino de las dictaduras genocidas.
Todavía resuena, doloroso en todos los oídos, el grito del almirante Arturo Rial ante dirigentes obreros: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país, el hijo de barrendero muera barrendero”. A la traición, ellos la llamaron “libertadora”; el pueblo la recuerda como “fusiladora”.
* Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino
e Iberoamericano Manuel Dorrego.
e Iberoamericano Manuel Dorrego.
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