lunes, 28 de noviembre de 2011

Una carta para Cristina Fernández de Kirchner





Cristina:
Seguramente no se acuerda de mí. Mi nombre es María Victoria Dentice, tengo 25 años y soy cronista del diario Tiempo Argentino. Aguardaba su paso entre la gente, en la fábrica Ford la semana pasada. Milagrosamente, pude acercarme y hablar con usted, contarle que soñé con Néstor la noche anterior, horas antes de verla sin saber, sin sospechar siquiera, que la vería. Tengo muchas ganas de contarle algunas cosas referidas a ese sueño. Cuando le conté que Néstor me habló, era  Néstor, de unos 30 años, con las manos en los bolsillos, los hombros caídos hacia adelante. Al verlo quise saludarlo. En cambio, antes de poder hacerlo, él me abrazó. A mí me costó devolverle el abrazo por su gran altura. Entonces escuché su voz tan clara: “Tené fuerza”, me dijo, mientras seguía abrazándome. Me desperté con la sensación vívida de ese abrazo latiendo en el cuerpo. Yo sólo lo había visto en el año ’94, en la Convención Constituyente de Santa Fe. Entonces era muy chica. Luego, lo olvidé. Después, como muchos otros, lo conocí por fotos.
No entendí ese sueño hasta mirar en sus ojos, Cristina, al tenerla en frente y tomarla fuerte de la mano y que usted responda a ese gesto tomándome de las manos también. “Ayer soñé con Néstor”, le dije con una seguridad que hasta me sorprendió a mí misma. Y usted me respondió con su voz quebrada: “Yo no puedo soñarlo, ¿sabés?” Y agachó la mirada, con tristeza, ocultando sus ojos con lágrimas. ¿Se acuerda lo que le respondí? “Tal vez, como usted no puede soñarlo, él se acerca a alguien más. Pero quédese tranquila que donde él está, está bien. Me dijo ‘fuerza’, pero sé que no me lo dijo a mí, que sólo entró por la rendija de mi sueño para decirle eso a usted, su compañera de toda la vida.”
No tengo forma de justificar esta escena. Sólo sé que me fundí en el abrazo inesperado, fraternal de Néstor, un abrazo que en realidad es suyo, presidenta, porque, creo que, aunque no pueda verlo, ese hombre todavía la ama y sigue caminando al lado suyo.
No se qué valor pueda tener un sueño. Yo, particularmente, creo que son formas en las que el alma de una persona vive, aun cuando ha muerto. Que el sueño es la manera en la que vivos y muertos pueden traspasar las barreras del tiempo y encontrarse. Me niego a pensar que mi abuela, Zoraida Buey, simplemente se desvaneció. ¿Por qué, entonces, como a Néstor, desde hace años la sueño rejuvenecida, radiante, abrazándome y susurrando cosas al oído que al despertar me dan fuerza? Me levanto del sueño con los ojos llenos de lágrimas, como si realmente hubiera estado junto a mí. Y esa fuera su forma de decirme: “Acá estoy, ¿ves que no me fui? ¿Cómo podría irme cuando el amor que nos tuvimos en vida fue tan grande y hoy hace que compartamos el mismo sueño? ¿Cómo todo eso podría nunca desaparecer? Creé en el amor. Es mentira que cuando alguien se va, se va para siempre. Seguimos estando. Que no nos vean, no significa que no estemos.”
Cristina, me atrevo a decirle mi sentir, la siento hoy como una gran madre para todos los argentinos. Hoy los jóvenes tenemos oportunidades que hace mucho nos teníamos, lo que en otros países son lujos, como ir a una universidad sin pagar, acá son derechos. Antes éramos un país huérfano, rechazado por cada uno de los padres anteriores que rezagaron nuestras necesidades y nos quitaron justamente los sueños, el derecho a soñar. Ahora un nuevo sueño va adquiriendo sentido y se muestra con todas sus posibilidades, y no es casual que eso suceda en el mismo momento en que en los países que creían tener su suerte comprada, los cimientos se derrumban. Es ahora donde hace falta fuerza para seguir construyendo el futuro. Su fuerza, la suya y la de él.
Decía la poeta argentina Olga Orozco: “En el fondo de todo hay un jardín, donde somos posibles todavía”, donde Néstor, Zoraida y los seres que amamos son posibles.
Deberíamos permitirnos hablar más el lenguaje del corazón para reencontrarnos con esos mundos que se le escapan a los ojos. Para eso, hay que permitirse soñar. También un país que pretenda superarse a sí mismo debiera permitirse hacerlo, aunque nos tilden de locos a los soñadores.
Después de todo, nada, ni siquiera la muerte, tiene sentido sin los sueños.
Cristina: la sensación que me dejó el sueño con Néstor, su abrazo, sus palabras cada vez que lo evoco es que ya no debería dolerse por el, porque desde el día que la dejó, no hizo más que seguir acompañándola.
Toda mi fuerza para usted, querida presidenta.

TIEMPO ARGENTINO

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